Alicia Framis. Desde lo político, lo social, lo público. Arte, feminismo y acción.
PAULA CABALEIRO mirando a ALICIA FRAMIS
La palabra como arma. El silencio como estrategia. La intervención artística como herramienta política frente a un patriarcado sistémico y frente al aislamiento social en la era del capitalismo. Arquitecturas utópicas para un futuro incierto, donde la humanidad, cada vez menos humana, deriva en una carrera continua, sin saber a dónde.
El arte como un artefacto para hacer sentir y reflexionar, como un acto de resistencia, tan sutil como categórico, tan etéreo como manifiesto.
Qué es público y qué es privado? La intimidad frente a la intimidación. El cuerpo (femenino) frente a la opinión, como un espacio de decisión, donde las mujeres parecen no poder decidir.
Obras que apelan al afecto como la mayor revolución; que claman frente a la injusticia como el arbitraje de la verdad.
Is my body public? É o meu corpo público? Es mi cuerpo público?… Hasta en 15 idiomas en un mensaje bordado sobre telas transparentes, portados por el cuerpo de mujeres, clamando desde el silencio frente al patriarcado sistémico. Así, Alicia Framis (Barcelona, 1967) hace de la palabra su arma, de la experiencia artística y conceptual su estrategia y de la acción artística su herramienta política, en “Is my body public?” (2018), un proyecto performativo desarrollado en 2018 en Madrid y Amsterdam. Esta obra-acción, al igual que otras de las que hablaremos en este texto, presenta una nueva forma de manifestarse contra la violencia sexual y la intimidación contra las mujeres, incitando a una reflexión social, individual y colectiva, sobre los patrones de género en nuestra sociedad actual.
Recuerdo como si fuese ayer el momento en que entré en el MUSAC en su exposición retrospectiva “Framis in Progress” allá por 2014 y me encontré con Juana de Aizpuru portando uno de sus “vestidos-bandera” de la República China, recorriendo las distintas salas de la muestra (“100 ways to wear a flag”, 2007-2010). La participación del público, siendo cuerpos portadores de conceptos e iconos, se volvía crucial para aportar una nueva dimensión simbólica a sus proyectos. Además, sus obras, con un fuerte componente conceptual, pero también estético, no presentan lecturas cerradas, ofreciendo al espectador la oportunidad de dar sentido, de interpretar. Sumado a una capacidad incuestionable para transmutar entre disciplinas, técnicas y materiales, Alicia Framis nunca deja indiferente, nos lleva a la reflexión individual y a la introspección, cuando las cuestiones existenciales (las pulsiones humanas, las preocupaciones, los deseos, los miedos, las esperanzas, los anhelos) se vuelven protagonistas. Y sin duda, un carácter manifiestamente feminista que cruza transversalmente su producción y sus procesos artísticos, la convierten en una de mis artistas de cabecera.
La performance “The walking ceiling” (2018), donde un grupo de mujeres caminan en perfecta sincronización con un imponente techo de cristal sobre sus cabezas. “Anti dog” (2002), una colección de moda fabricada con material “anti perro, anti bala y anti fuego” o “LifeDress” (2019), vestidos cuyo tejido de “airbag” se hincha y se deshincha, como mecanismos de defensa y protección frente al acoso sexual. “Wear the message” (2020), donde el texto se vuelve material reivindicativo y el cuerpo soporte. “Mamamen” (2004), trajes masculinos de “ejecutivo” preparados para la conciliación… Framis utiliza la metáfora visual para reflexionar sobre los patrones de género imperante en nuestra sociedad y sobre la violencia patriarcal estructural ejercida sobre las mujeres. Performance, escultura, instalación, video e incluso moda se aúnan para potenciar un mensaje subversivo, revulsivo, para cuestionar y deconstruir las prácticas establecidas que agreden a más de la mitad de la población mundial. Por ejemplo, “Absalon en Cuba” (2017), una suerte de vestido configurado a partir de 570 estropajos de aluminio, pone el foco sobre la situación actual que viven las mujeres en Cuba, donde el régimen, que publicita una pseudoigualdad, apenas castiga el hecho de maltratar a una mujer y muchas de las denuncias ni siquiera las procesa. O “8 de junio: libran las modelos” (2006), denuncia la utilización sexista del cuerpo de la mujer en cualquier campaña de marketing, mediante la exhibición del cuerpo masculino desnudo sobre una pasarela presentando una nueva colección de bolsos.
Así mismo, Framis indaga en las relaciones humanas y sus conflictos, las injusticias sociales, abordando también preocupaciones existenciales: el paso ineludible del tiempo, la soledad contemporánea, el egoísmo, la falta de afecto, la memoria, los miedos, los deseos, etc. “Not for sale” (2008-2009), instalación y performance, es un mecanismo de denuncia ante la explotación infantil, utilizndo el lenguaje propagandístico y comercial. Uno de sus grandes proyectos, desarrollado en Japón, España, Países Bajos o Reino Unido, “Secret Strike” (2003-2006), detiene el movimiento de las personas en fábricas, empresas, museos y espacios públicos, haciéndonos reflexionar sobre las prioridades en nuestras vidas, la falta de humanidad en nuestros ritmos de trabajo y la logística casi mecánica que nos alinea en favor de la producción económica. “Dreamkeeper” (1997-1998), “Compagnie de Compagnie” (1996) o “Loneliness in the city” (2000) presentan estrategias frente a la temida soledad, tan característica de las grandes ciudades, a pesar de la densidad de población. Y algunas de sus obras se aproximan a las emociones, a los miedos y los deseos: “Cartas al cielo” (2011-2017), que recoge aquellas correspondencias que ya no podemos enviar; “Muro de los deseos” (1998-2014), que genera una suerte de constelación, con rollitos de papel a lo largo de una pared, escondiendo deseos de múltiples personas o “Deixa aquí os medos” (2019-2020), proyecto comisariado por una servidora, donde una pirámide de espejo custodia los miedos e incertidumbres de la comunidad gallega.
Tuve la suerte de presenciar una de sus instalaciones sonoras de carácter performático que abordaba el concepto de la memoria, “The list” (dentro del proyecto “Welcome to Guantanamo Museum”, 2008-2009). La artista fue invitada a participar por la pareja artística Elmgreen & Grasset, para reflexionar sobre las estructuras inhumanas, desarrollando ideas para un museo hipotético en el sitio del campo de prisioneros de los Estados Unidos en Cuba, un museo dedicado a la memoria del horror. Y trabajando sobre concepto tiempo, “Lost Astronaut” (2009), en una de sus acciones más icónicas donde recorre Nueva York vestida con un traje espacial de la antigua Unión Soviética, Framis reflexiona sobre la idea preconcebida del futuro, basada en la ciencia ficción de los años 50.
Además del tiempo, el espacio es una de las preocupaciones de Framis, que trabaja a menudo acerca también de su ocupación y usos, deconstruyendo formas de vida y de habitar ya establecidas, cuestionando la “norma social”. A través de múltiples proyectos, la artista ha proyectado prototipos, arquitecturas utópicas, nuevos espacios y arquitecturas que alberguen a la diversidad humana, modelos que tratan de satisfacer nuevas necesidades o aquellas que están reprimidas o que aún no han obtenido el reconocimiento social al que aspiran. “Forbidden Architecture” (2017), “One Night Tent” (2002), “Habitación del grito” (2012-2013) o “Arquitectura secreta” (2009), son un buen ejemplo.
Alicia prioriza así el concepto, el mensaje, el discurso semántico para mover al espectador, en una actitud proactiva ante la obra, provocando el cuestionamiento constante. Así mismo, con una dimensión estética muy cuidada, la performance, la instalación y la escultura provocan la simbiosis entre obra y público, para propiciar nuevas lecturas sobre el mundo que nos toca vivir. ¿Cuál es nuestro papel en el planeta? ¿Cuáles son nuestras prioridades en la vida? ¿Estamos deshumanizando nuestra existencia? ¿Hacia dónde nos dirigimos como sociedad?
Puede que la respuesta esté en nosotras/os mismas/os.
© Alicia Framis. Web.
Paula Cabaleiro. Bio.
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