Nuria Lago. Abstracción Irreversible
Elena Bangueses MIRANDO a Nuria Lago
La ausencia del término «artista hombre» es una indicación de la percepción de que ser hombre está implícito, mientras que ser «mujer artista» debe ser señalado. Ha pasado casi medio siglo desde que Linda Nochlin había deconstruido la pregunta «¿Por qué no ha habido grandes mujeres artistas?» Cuando llamó a las mujeres a concebirse a sí mismas como «sujetos iguales» y «destruir (su) falsa conciencia» de lo que significa no ser un hombre.
Las mujeres, incluso las gallegas, criadas en una tradición cultural de matriarcado, que presume de una identidad cultural que les permite mostrar su fuerza, franqueza e independencia, tienen dos desafíos para redefinirse y que su género deje de ser un obstáculo: uno es la relación con su cuerpo, y otro, la forma en que los demás perciben su trabajo. La línea de trabajo que Nuria Lago ha estado desarrollando durante los dos últimos años aborda estos dos temas.
El condicionamiento, aún presente en nuestra cultura y educación, de ver el cuerpo femenino como un objeto que debe ser controlado y cuidado, en lugar de un sujeto lleno de capacidades que toma iniciativas, a menudo se refleja en la forma en que se espera que una mujer se mueva, actúe e incluso pinte. Pero el mito de la fragilidad y la pasividad femenina se ve rebatido por los gestos atrevidos y seguros de Nuria.
Ella ha construido un vocabulario visual tomando prestada la estética de la abstracción y la pintura de acción, así como la caligrafía, pero comunica a través de su obra un mensaje propio. La artista genera un espacio propio con su obra y se sitúa física y mentalmente en el centro del mismo. Durante el proceso creativo actúa de forma casi obsesiva dentro y fuera de este espacio, hasta que convierte sus obras en registros de su actividad creativa.
Al mismo tiempo, Nuria afronta las implicaciones de entrar en diálogo con una de las tradiciones pictóricas más reconocidas internacionalmente, el «expresionismo abstracto», y al hacerlo, expone su trabajo a basadas en el género, algo que ya han sufrido muchas mujeres artistas. Fue hace solo dos años, cuando las figuras femeninas del expresionismo abstracto obtuvieron su primera gran exposición conjunta. La realización tardía de esta exposición, ilustra cómo estas prácticas artísticas estaban subrepresentadas e infravaloradas, simplemente porque sus instigadoras no eran hombres. La visibilidad de las artistas del expresionismo abstracto fue obstruida por la magnitud de proyección de sus homólogos masculinos; a menudo, este hecho se atribuye a las circunstancias del período de posguerra, pero lamentablemente, hoy en día, la situación no ha cambiado tanto como debería.
Las mujeres artistas del expresionismo abstracto continúan subrepresentadas en las exposiciones, publicaciones y mercado. Todo esto, no debido a la falta de esfuerzo de muchos académicos, sino posiblemente porque los valores del movimiento artístico se construyeron de una manera que excluía a las mujeres.Las obras de las mujeres del expresionismo abstracto fueron a menudo analizadas, incluso por sus admiradores contemporáneos, siguiendo los estereotipos femeninos. Sin embargo, cualquier esfuerzo por emplear este análisis en el trabajo de Nuria Lago fracasaría, no porque su trabajo imite la masculinidad, sino precisamente porque no lo hace.
El trabajo de Nuria funciona como un sistema con sus propias reglas y subsistemas, en los que la artista se permite explorar, llegando incluso a perder el control sobre la obra. La elección del papel como material base, parece heredado de la escritura, que en su forma automática no es otra cosa que el vertido de la experiencia interna sobre una superficie plana, empleando un sistema de signos. El contraste entre el uso intensivo de la pintura y la naturaleza inherente del papel, logra una tensa fragilidad, de lo que al principio parece ser un lenguaje visual robusto y muchas veces hasta brutal. El mapa de ruta que sigue, hasta alcanzar el estado de ánimo que le permite sus explosiones gestuales, a menudo es visible en la superficie pintada en forma de capas. Comienza con una hoja de papel bien definida, en la que, con una diligencia casi meditativa continúa marcando un nuevo espacio. Ella redefine este espacio con las siguientes capas pictóricas, a las que una vez terminadas no puede regresar. Nuria superpone nuevas capas pictóricas, cada vez menos controladas y confinadas. En contra de las normas de composición académica, lanza su actividad expresiva casi siempre desde el centro de la obra, como si fuese allí donde residiese su fuente de energía. A menudo puede pasar desapercibido, pero es necesario destacar que técnicas como las utilizadas por Nuria Lago, se basan en acciones únicas e irreversibles.
Las imágenes producidas están, en parte, bajo su control consciente, pero lo que hace que este tipo de
abstracción sea tan única es que no hay margen de error. Nuria escoge la pintura y la mente envía su mano hacia la superficie de la obra con poca deliberación, cuando la artista ve la marca en el papel, no hay nada que hacer al respecto. En este tipo de abstracción irreversible, el tiempo va solo en una dirección, no hay vuelta atrás para hacer correcciones, y esto requiere una entrega absoluta.