Laura G. Villanueva. Patrones de ironía
Olga Isla MIRANDO a Laura G. Villanueva
“El arte surge de la vida. El arte surge de las dificultades que enfrentamos
cuando queremos seducir a los pájaros, a los hombres, a las serpientes o
a quien sea. […] A veces es necesaria la confrontación y eso me gusta”.
Louise Bourgeois
El auge de los movimientos contraculturales y la expansión del feminismo de los años 60 con sus múltiples reivindicaciones consolidó el arte textil como categoría artística, ya desligada de la tradicional artesanía de principios del siglo XX, principalmente, por la Bauhaus.
Laura G. Villanueva nace en el año 1968, fecha emblemática, marcada por acontecimientos difíciles de eludir y que van a sellar su evolución como persona, reflejándolo en su manera de entender el arte desde un punto de vista crítico y de las herramientas que pone a su alcance.
Exquisita observadora de su entorno, cuestiona con patrones textiles estándares de comportamiento social. Desde la sutileza, alza la voz sin estridencias, con un marcado estilo lúdico, ora interpelado ora banalizado, pero nunca indiferente al espectador.
Transforma los patrones de conducta social en patrones textiles repletos de humor e ironía, para proponer una reflexión a modo de juego en el que pueda participar el observador haciéndole cómplice de los interrogantes que la propia artista se plantea.
Laura G. Villanueva pertenece a la nueva generación de artistas textiles que ha llevado este arte más allá del exclusivo discurso feminista desarrollado en los años 70, aproximando sus propuestas al arte conceptual y a las instalaciones.
A menudo se apropia de la dualidad de los objetos para hacer una lectura personal de ciertas directivas establecidas en nuestra sociedad como necesarias. Así, utiliza un corsé de mujer (confeccionado en papel, pintado en acuarela y cuidadosamente cosido con puntadas de hilo) reivindicando liberación y rechazando la opresión del cuerpo a la vez que declara la vigencia de este elemento de tortura femenino que garantiza la seducción.
Otras veces utiliza las fajas reductoras y moldeadoras de mujer para colocárselas a cerdos textiles de tamaño natural creados por ella. Estas figuras delirantes, que inicialmente provocan sorpresa con sonrisa añadida, delatan la sociedad derrochadora en la que vivimos que nos incita al consumo irracional y desbocado, a la vez que nos empuja simultáneamente a un culto al cuerpo con objetivos inalcanzables.
Laura G. Villanueva dispone de múltiples recursos textiles, y se aferra a ellos, para expresar y contar lo cotidiano. Interesada por el desafío al que se enfrenta diariamente la mujer independiente dueña de sí misma, de su cuerpo, de su vida; glamurosa, urbanita, que no renuncia a nada, que asume múltiples roles … transforma un mono de trabajo rediseñándolo con elementos textiles hasta convertirlo en un traje de fiesta, capaz de simultanear ambas funciones en alusión a las polifacéticas mujeres actuales.
Perpleja también por los distintivos sociales asignados al hombre actual, en este caso, vinculados a la erótica del poder y el macho dominante, no duda en plantearse el diseño de una prenda con los elementos propios del polémico y versátil corsé, símbolo de poder y tiranía, donde combina ambas calificaciones.
Revisa el traje de ejecutivo sustituyendo la botonadura por enganches metálicos y adicionando cordones cruzados en la espalda para garantizar un perfecto entallado además de agregar una coquilla o protector de genitales.
El binomio ironía y patrón se conjuga en un traje de ejecutivo a medida como si de una armadura se tratase, lista para ser utilizada en la batalla diaria, sin desligarlo del uso de la tortura y de asumir determinados roles.
De la misma manera que la psicóloga americana Flora Davis investiga la comunicación no verbal a partir de los gestos usados en el comportamiento humano cotidiano, Laura G. Villanueva indaga en el mismo tema y lo revela a través del arte textil.
Cuando resalta la conducta anodina que genera la producción en masa capaz de anular la personalidad del sujeto, lo hace construyendo trajes transparentes que albergan bolsillos opacos, limitado reducto de la parcela que aloja los objetos personales delatores de nuestra personalidad.
Es su manera particular de interpretar la sumisión generalizada del individuo a las directrices del mercado que nos aleja de nuestras preferencias personales, implicando una limitación de los signos externos capaces de distorsionar nuestra percepción. Los códigos se generalizan y se desvanece la aptitud de reconocer a los demás.
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Olga Isla. Comisaria y codirectora de Take Away Process | Web