miércoles, mayo 8, 2024

    Clara Rossy: “La palabra cotidianidad me estremecía”

    MARINA AVIA mirando a CLARA ROSSY

    Trayectorias artísticas como la de Clara Rossy deben ser analizadas en mayor profundidad y reconocidas tanto por su calidad artística como por el carácter innovador de sus experimentaciones.

    Me gusta empezar las entrevistas por el principio. ¿Cuál fue tu primer contacto con el mundo artístico? ¿Cómo te iniciaste en él? 

    Nací en 1962 en una familia muy numerosa y con gran vocación artística. Vivíamos rodeados de instrumentos musicales, conciertos familiares y obras de arte.  Mi madre, ilustradora y ceramista, como la mayoría de mujeres de su época no ejerció como tal por dedicarse a sus 12 hijos. Enfocó su creatividad desarrollando la nuestra en muchos ámbitos. A mi particularmente me enseñó todas las técnicas artísticas que conocía y pude disponer de su taller de cerámica mientras lo tuvo. Hasta que fui mayor y más consciente no supe justipreciar suficientemente la gran artista que podía haber sido.  A mi padre, hijo de musicólogo, le apasionaba tocar el piano y otros instrumentos. Se dedicó a la abogacía también para poder mantener la familia, pero diariamente tocaba al piano piezas de sus músicos favoritos y algunas composiciones propias.

    Hasta mis 10 años vivíamos en la ciudad de Barcelona, delante de la galería de arte de unos tíos de mi madre, Joan y Miquel Gaspar. Mis abuelos y mis padres, mantenían una estrecha relación con la familia Gaspar y se veían con algunos artistas de la galería. Aunque yo por edad no formaba parte de sus encuentros, estaba pendiente y espiaba sus conversaciones.  Cuando a mis 11 años mis padres me regalaron un set completo de pintura al óleo para principiantes, cambié los juegos infantiles por los pinceles y mantuve a partir de entonces mi determinación por dedicarme al arte.

    A lo largo del desarrollo de tu carrera, ¿hubo alguien destacadamente importante o influyente a la hora de desarrollar tu práctica artística? 

    Tengo 57 años y he pasado por muchas etapas, pero ante todo debo nombrar que mi principal estímulo, guía e influencia inicial vino de mi madre, María Ramírez García. Gracias a ella, siendo niña en los años 60 pude apreciar las obras de Opiso, Casas, Rosignyol, Serra y muchos otros más. De jovencita me fijaba en algunos artistas locales presentes en la galería de mis tíos. Me gustaba especialmente de la obra de Joan-Josep Tharrats.  Más tarde, cuando empecé a estudiar en la escuela de interiorismo, descubrí a Kandinsky. Resumía todo lo que hasta el momento me había interesado.

    Paralelamente a todo ello mi tío Alberto vivía en Japón. Era misionero Jesuita y nos visitaba cada ciertos años. Normalmente venía cargado de detalles típicos del país, sobre todo dibujos y pequeñas muestras de obra gráfica. También en ocasiones, venían a casa algunos artistas japoneses enviados por él, interesados en contactar con la galería de mis tíos. Creo que, aunque yo tuviera normalizada la presencia de objetos orientales en casa, el arte japonés tradicional, el shodo (que aunque nunca he practicado siempre me ha interesado) junto a la teoría de Kandinsky más tarde, influenciaron mi modo de entender el arte abstracto y de interpretarlo.

    A lo largo de la primera década de los 2000, la mayoría de mi obra pictórica estaba influenciada por Zao Wou-Ki y Paul Klee. Más tarde las pinturas líquidas de Michael Biberstein se incluyeron también en mis modelos favoritos.

    En el resto de mi obra obtengo referencias de muchas fuentes. El Land Art pero con la intención de obtener una obra final, la recuperación de los materiales naturales de Giuseppe Penone, el Expresionismo abstracto por la espontaneidad e improvisación en la ejecución de la obra. Todo ello aglutinado en tics creativos presentes en mi obra reciente.  La última serie de “Quotidians” es quizás la que sale más de mi contexto habitual de conexión con la naturaleza.

    Antes de abordar Quotidians y otras obras tuyas, quería preguntarte por el salto temporal en tu CV entre el año 1988 cuando realizas una exposición individual en Sant Cugat del Vallés y tu siguiente actividad artística en el año 2003, una exposición colectiva en el estupendo Museu de la Pell d’Igualada. ¿A qué se debe este lapsus temporal?

    Soy madre de cinco hijos y estoy absolutamente enamorada de cada uno de ellos.

    Cuando me casé tenía claro que quería tener hijos, más de dos seguro, y seguidos para que crecieran juntos. Mis padres habían tenido muchos, todos sanos e inteligentes y creía que yo (inocente), también podría llevarlo con la misma soltura y mantener mi actividad artística aunque por un tiempo fuera a medio gas.

    En 1987 nació mi primer hijo Marc, precioso, sano y lleno de vitalidad. Durante ese año pude preparar mi última exposición de los 80, pintando y modelando entre lactancia, biberones y papillas, mientras balanceaba la tumbona de mi bebé o robaba horas de sueño pintando por las noches. En pocos meses, dejamos que el segundo viniera libremente.

    Cuando el primero tan solo tenía 14 meses nació Guillem. Sufrió en el parto. Estuvo casi un mes en la UCI, intubado por todas partes. Salió del hospital muy débil. Su primer año fue una lucha continua por la supervivencia. Yo tan solo conseguía dormir de dos a cuatro horas diarias, nunca seguidas, tomando entre 6 y 8 cafés cada día para poder estar atenta a sus repetidos ahogos con el biberón. Estaba tan delgado que le crujían los huesos y apenas podía llorar porque no tenía fuerzas. Todo ello sin poder salir de casa, con la presencia del mayor que lo observaba de cerca mientras hacía sus puzles sobre la alfombra o pintaba las paredes y el suelo que yo le forraba con papel para que se entretuviera.

    La situación se apoderó de mí por un tiempo, la tristeza de ver sufrir a un hijo constantemente (a los dos) combinada con la pérdida del camino ideal que me había trazado, me mostraba un futuro que jamás había imaginado. Solo yo sabía darle de comer sin que se ahogara . Nadie, ni su padre, me podía ayudar más que a entretener al mayor que seguía siendo un bebé. Mi familia vivía a 65 kilómetros y tampoco eran del todo conscientes de mi día a día una vez superado el hospital. Mi propia salud física también se resintió y creo que por orgullo tampoco fui capaz pedir ayuda.

    Durante año y medio, todo iba mejorando muy lentamente y empezamos el proceso de estimulación precoz para favorecer su desarrollo motriz. La  constante y diaria sesión de gimnasia mientras él se afligía cansado, se nos hacía muy fatigosa. Después de un tiempo, en una visita de mi madre, horrorizada al ver la sesión de ejercicios, me dijo seriamente – Si no puedes con esto, el mejor estímulo son los hermanos ¿No querías tener más?–. Parecía disparatado, pero la situación era ya tan extrema que uno más solo podía mejorar el panorama y yo mantenía mi optimismo confiando en que más adelante podríamos vivir una vida “normal”.

    Ante la duda constante que generaba no tener un diagnóstico médico claro y con la gran incógnita ante el futuro de Guillem. Con la clara perspectiva de no poder dedicarme a mi principal vocación artística en mucho tiempo; me relajé y meses más tarde vino Raquel, literalmente a sacarnos del pozo.

    La recuperación de Guillem fue lenta y progresiva. Siguió necesitando atención especial junto a inyecciones diarias y controles médicos constantes hasta su adolescencia. Entretanto tuve dos hijas más, Nuria y Miriam, que vinieron a completar esa otra parte de mis planes familiares.

    Después de esta difícil y agotadora experiencia, ¿qué te llevó a “volver” al circuito artístico?

    Aunque a temporadas di por perdida mi vocación artística, era mi principal anhelo desde el primer momento en que lo tuve que dejar cuando nació mi segundo hijo, no me lo pensé dos veces. Me sentía incompleta sin ello y volví a trabajar con más determinación de la que nunca había tenido.

    Has mencionado anteriormente tu serie “Quotidians”, ¿de dónde surge este proyecto?

    Cuando nos disponíamos a preparar la última exposición que hemos realizado con el colectivo artístico CUKS del que formo parte, se propuso por primera vez trabajar un tema común. Por mayoría se eligió el tema “Quotidians”.  Teníamos acordado mantener la libertad de abstenernos o no de las exposiciones organizadas por el colectivo, e inicialmente el título propuesto no me atraía en absoluto y no tenía claro si quería participar.

    Tan solo un año antes de definir las fechas de la exposición el segundo de mis hijos tuvo un accidente muy grave y en aquel momento su largo proceso de recuperación entraba dentro de mi “cotidianidad”, repitiendo por enésima vez la obligación de dejar mi vida profesional por el imprescindible trabajo de cuidados que requería. Creo que tampoco tenía superada la época en que tan solo 7 años antes la cuarta de mis hijas, Núria, superó un cáncer muy grave a la vez que mi madre moría de una enfermedad degenerativa. La palabra cotidianidad en aquel momento me estremecía, incluso me crispaba. Me costó afrontar el tema propuesto. Después de darle muchas vueltas a si debía o no participar en la exposición, decidí afrontar mi rechazo y usarlo como una catarsis en un mensaje contundente sobre las ollas como objeto simbólico central del “hogar”, grabándolas, disparándolas, explotándolas y aporreándolas.

    El título de la exposición colectiva quedó en “Quotidians” a secas y cada uno de los miembros del grupo aportamos con nuestra obra una interpretación personal del tema, que acompañamos de una pequeña definición de nuestra interpretación. La mía la escribí después de realizar todas las piezas:

    “La quotidianitat. Allò comú i ordinari que restringeix el camí de la dona”.

    Tus ollas apaleadas, agujereadas, retorcidas, abolladas, me llevan a pensar en todas las formas de violencia invisibles, todos los sufrimientos y trabajo no reconocido como tal que sufren las trabajadoras del hogar. ¿Qué significa para ti esta obra?

    Inicialmente me lo planteé como una catarsis personal. Pretendía hacer una obra visual y clara de lo que la cotidianidad me ha hecho sentir en muchas ocasiones. Aunque creo que, como en toda obra de arte, la interpretación personal de cada espectador es lo que cuenta. Durante el proceso de ejecución  también te planteas las posibles interpretaciones y reacciones. Desde el primer momento me gustó la idea de que mujeres que han sufrido violencia de género del tipo que sea se sintieran identificadas. Vi claro que sería una obra feminista a fin de cuentas. Creo que es muy explícita, abierta a todas la interpretaciones. No necesita palabras.

    En la exposición de esta serie en Espronceda, visitantes mujeres de edad cercana a la mía, manifestaron el gustazo que les produciría poder ejecutar o presenciar todas las acciones de descarga tal como se veían en el vídeo expuesto en el que aporreaba las ollas, se deformaban en la prensa, explosionaban, etc ¡Me encantó! Un taller de este tipo podría ser una buena propuesta de catarsis grupal femenina. Yo misma me quedé con ganas de más.

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    En un texto que publicas en relación a la serie artística Quotidians escribes la frase “We’re hiring a mom”, ¿a qué te refieres?

    C: Tal como plantea la maternidad el capitalismo en el que estamos inmersos, ser madre es asumir un contrato indefinido, sin bajas, sin sueldo, sin descanso, etc. Treinta años atrás, algunas mujeres (entre las que me incluyo) éramos muy inocentes. Aceptábamos sin pensar en las consecuencias del abandono de la vida laboral por la vida de nuestros hijos, sin tener presente la carencia económica que ello supone y por tanto la pérdida de control de nuestras vidas. El sistema de la Seguridad Social no nos reconoce como trabajadoras, no cotizamos, no tenemos acceso a pensiones y, como consecuencia, somos infravaloradas como personas “útiles” ante el sistema capitalista.

    Es evidente que hoy en día en occidente tenemos el índice de natalidad más bajo de la historia. Siendo conscientes de lo que supone ser madre hoy, las mujeres lo interpretan como una carga que no compensa el abandono de vida laboral remunerada. Asumir hoy las “labores del hogar”, como despectivamente ha nombrado siempre el capitalismo, ya no es atractivo para una inmensa mayoría de mujeres. “We’re hiring a mom” y el texto que lo acompaña es una metáfora en forma de advertencia de las consecuencias que ser madre conlleva, dirigido a las mujeres que puedan estar dispuestas a olvidar su propia vida, a la vez que es una provocación apelando al sistema.

    Has mencionado anteriormente la importancia de la naturaleza en tu vida. En muchas de tus obras se aprecia esta relación, ¿cómo definirías el papel de la naturaleza en tu creación artística?

    El contacto con la naturaleza es para mí muy relajante. Me genera sentimientos de admiración y gran respeto por la Madre Tierra, con todas sus virtudes y defectos. Creo que la obsesión que tenemos actualmente por la perfección es ficticia. Tal como ocurre con las relaciones humanas, el respeto por ella es mucho mayor cuando aprendemos a aceptarla con todas sus imperfecciones. Se hace inmensa e incomparable con nada.

    Creo que en mi itinerario artístico me he inspirado principalmente en la naturaleza, posiblemente como un modo de huir de lo “cotidiano” que repetidamente durante mi vida me ha provocado cierta asfixia, entiendo que como a muchas mujeres. Por otra parte, desde hace ya 8 años tengo el placer disponer de mi estudio en plena naturaleza, a las afueras de un pequeño pueblo cerca de Igualada. Es mi espacio ideal, mi habitación propia, donde el contacto con la tierra y la vida silvestre es omnipresente. Inmersa entre mi mundo rural y la obra inspirada en la naturaleza que estaba produciendo hasta el momento, trabajar con el tema de la cotidianidad tal como yo la interpretaba era un giro de 180 grados en mi camino.

    Es en este ambiente donde en la primavera de 2014 creaste la obra Ánima Natura, ¿verdad?

    Sí, Ánima Natura es una obra que realicé después de instalar mi estudio en el campo. En aquel tiempo la cuarta de mis hijas fue diagnosticada de cáncer y decidimos plantar un huerto ecológico para que ella pudiera comer alimentos libres de químicos. La obra fue una intervención en el muro medieval de piedra seca que ladeaba el huerto y que amenazaba con caer. En ésta, pretendía registrar con la pasta de papel los volúmenes, el detalle, la piel, dejando que se expresara lo que tenía delante sin más intervención que la de colocar la pulpa de papel sobre las piedras. Y después repetí la operación de todos los paneles en frottage con ceras que hice con la tierra del pie del muro y tinta sobre papel tailandés para presentarlo generando un espacio donde penetrar en la piel de la tierra. El acercamiento a la naturaleza durante los más de 20 días de ejecución entre lluvias y sol extremo fue una experiencia incomparable, que con gusto volvería a repetir.  Tres años más tarde, con unas tormentas, el muro acabó cediendo como era de prever. Sus volúmenes centenarios ya solo están registrados en mi obra en papel.

    Para este proyecto decidí escoger técnicas poco invasivas para la naturaleza como la del Cast-Paper [pasta de papel] que utilicé para cubrir el muro y el frottage. El Museu Molí Paperer de Capelladas está cerca de mi taller y esto me facilita la obtención de la pulpa de papel.  Mantengo mi ilusión por producir más obras en la misma línea y poder disfrutar una vez más de la unión de mi trabajo con la naturaleza.

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    Otro de tus proyectos que me ha llamado mucho la atención es la puerta de la Basílica de Santa María en Igualada. Me trae a la mente muchas referencias históricas. ¿De dónde surge la idea? ¿Con qué técnica las realizaste?

    El portal completo de la Basílica era un proyecto con un presupuesto muy ajustado que ya estaba en marcha desde 2014. Me consultaron posibilidades para definir el acabado de la puerta y les propuse que la acabaran con metal grabado jugando con las técnicas de los talleres de arte gráfico. Sabía que estaba aventurándome con aquella proposición, pero les gustó la idea y seguidamente me pidieron que empezara a hacer pruebas para poder valorarlo. En aquel momento pedí consejo a Eva Figueras Ferrer para que me aclarara algunos detalles de la técnica. Me fue de gran ayuda. También pude realizar este trabajo gracias a la generosidad del director de una gran empresa de productos químicos en Igualada (Comercial Godó SL) que me proporcionó el espacio adecuado y los productos necesarios para la realización del proyecto.

    Tras un proceso burocrático muy largo y complejo, acabó siendo un proyecto relámpago a realizar en tan solo 2 meses durante el verano de 2015. Por este motivo pude evitar los bocetos previos que me pedían, que yo consideraba que limitaban la espontaneidad y la improvisación, para mí imprescindibles en mi modo de trabajar. Cubrí las planchas de motivos vegetales presentes en el entorno de mi taller y trazos espontáneos para conseguir un conglomerado de texturas que evocaban la naturaleza.

    A este nuevo modo de aplicar las técnicas del grabado dejando la matriz como obra final, yo la llamo grabado-escultórico. Hasta ahora no he encontrado más artistas o artesanos que hayan profundizado suficientemente en la técnica para que puedan aportarme más conocimientos. Es una técnica que requiere improvisación y el resultado varía mucho según el metal utilizado, los medios de reserva o los productos químicos usados. Por esto es especialmente atractiva para mí: es una incógnita que requiere de atención, espontaneidad, aceptación y modificación durante todo el proceso creativo. Todos ellos factores esenciales para acabar consiguiendo una obra fresca, aunque sea sobre un material duro como es el hierro.  Mi intención es desarrollarla suficientemente para poderla compartir.

    Clara Rossy, Puerta de la Basílica de Santa María en Igualada, 2015

    Clara Rossy, Puerta de la Basílica de Santa María en Igualada, 2015

    Clara Rossy, Puerta de la Basílica de Santa María en Igualada (detalle), 2015

    Clara Rossy, Puerta de la Basílica de Santa María en Igualada (detalle), 2015

    En tus otros grabados-escultóricos, entre los que se encuentran las series Emprenta o Engranatges, empleas iconografía de naturaleza abstracta. ¿Crees que a través del arte abstracto se pueden tratar temas de índole social?

    Claro que se puede. El arte abstracto puede expresar cualquier tema. Tiene capacidad de resumir, de ser concreto, directo, libre, metafórico y/o espontáneo, de un modo más poético o sugestivo. Pero muchas veces el espectador ha de tener la voluntad personal de investigar qué hay detrás de la obra para comprender el fondo de su concepto o el mensaje. Precisamente por ello creo que no es una vertiente del arte que pueda llegar democráticamente a toda la sociedad.

    La comunicación en las últimas décadas se ha ido modificando y extendiendo ampliamente. Las redes sociales son ahora el medio más rápido y capaz de generar debate y propagar temas mediante vertientes artísticas más terrenales donde este mensaje resulta ser mucho más efectivo, fácil y rápido.

    Pude ver de cerca cómo mi hija Raquel Riba Rossy que es ilustradora de cómic, creó el personaje de Lola Vendetta una joven feminista que lucha contra el patriarcado y las hipocresías establecidas. La aceptación rapidísima que tuvo en poco tiempo fue espectacular. La capacidad de llegar al público al instante y de recibir respuesta cada vez que hoy cuelga un dibujo en Instagram no es comparable con la del circuito de exposiciones, y tenemos prisa.

    Clara Rossy, Empremta III, serie Empremtes, 110 cm x 90 cm x 2,5 cm

    Clara Rossy, Empremta III, serie Empremtes, 110 cm x 90 cm x 2,5 cm

    Clara Rossy, Empremta I, serie Empremtes, 90 cm x 80 cm

    Clara Rossy, Empremta I, serie Empremtes, 90 cm x 80 cm

    Gracias por todas tus respuestas Clara, y por la sinceridad y la valentía de tus palabras. Tengo la manía de acabar las entrevistas recuperando la icónica pregunta que Hans Ulrich Obrist solía hacer a los y las artistas que entrevistaba, ¿qué proyecto imaginario (o no) te gustaría tener la oportunidad de llevar a cabo?

    A pocos metros de donde realicé Ánima Natura en la pared de nuestro huerto, hay una balsa de un molino ya en desuso. Adheridos a sus muros de piedra seca y entrelazados, se mantienen erguidos un par de matorrales secos que debían crecer más de un siglo atrás, cuando la balsa estaba llena de agua. Juntos miden casi 4 metros de ancho por 3 de alto y son como un abanico gigante con dos troncos que salen de la pared.

    Desde que los descubrí tengo en la cabeza la idea de cubrirlos con pasta de papel. Aunque temo que el peso del papel mojado acabara por arrancarlos y se desprendieran. Por lo que también imaginaba la posibilidad de hacer la pieza en metal fundido, preferiblemente en cobre para jugar con las tonalidades azuladas y verdosas. El proyecto es imaginario, ya que el coste de llevarlo a cabo sería impensable para mí. Pero como muchas artistas, de ilusión también vivo.

    © Clara Rossy. Web.
    Marina Avia. Bio.
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