Yolanda Domínguez. El arte como medio de comunicación o la comunicación como arte.
MILA ABADÍA mirando a YOLANDA DOMÍNGUEZ
La artista visual, fotógrafa, activista y experta en comunicación y género, Yolanda Domínguez (Madrid, 1977) es una auténtica maestra de la ironía y la provocación. Una agitadora social que nos enfrenta a situaciones planteadas en el marco de la lúdica para cuestionar el papel de la mujer en la sociedad de consumo y su continua sexualización.
Utiliza el arte para buscar reacciones en el observador a quien no considera como tal, por el contrario, para ella todas las personas son creadoras de forma que la acción en sí misma depende de las decisiones del conjunto de actores.
Y es que con sus escenas descontextualizadas produce múltiples efectos en quien las observa y vivencia estableciendo así retos y complicidades que mueven y remueven conciencias.
Sus acciones parten de la realidad, no necesita inventar en eso, la cuestión concreta está ahí, en nuestro día a día, y sobre ella trabaja generando polémica. Certezas que tantas veces nos pasan desapercibidas o esas que preferimos no reconocer y que tanto daño hacen a una sociedad que presume de “avanzada”.
Sirva como ejemplo introductorio la acción «Accesorias y Accesibles» que provocó un cambio en la forma de hacer publicidad de una empresa a nivel nacional.
Una de las creadoras más potentes del panorama artístico español capaz de despertar nuestra adormilada conciencia social.
El arte como herramienta para transmitir ideas, provocar reflexiones y conectar emociones. Si en la performance más que objeto, la obra es sujeto, en este caso se convierte en «sujeta» por derecho propio.
Aunque Dominguez no termina ahí, es mucho más. Sus conferencias, talleres y asesorías evidencian su capacidad como comunicadora. Ha desarrollado magníficas campañas sobre la temática del género, la desigualdad, el consumo y las políticas neoliberales, lo que la ha convertido en una auténtica experta en comunicación, en cómo utilizar la palabra y, sobre todo, la imagen, para trasladar lo que se quiere contar.
¿En qué situación, percibes que tu camino es el arte de acción, que tienes esa necesidad? ¿hay un momento concreto para pasar de la plástica a la acción?
Fue haciendo un proyecto fotográfico en la calle con actrices donde me encontré con la acción. Mi intención solo era hacer unas fotos, pero vi que la gente interactuaba y pasaban cosas que no había planeado y eso me fascinó.
Mirando hacia atrás me he dado cuenta de que ya en las propias creaciones que hacía desde la plástica me gustaba que no fueran estáticas, sino que pudiesen cambiar.
Al realizar aquel proyecto en el espacio público me di cuenta del potencial que tenía contar con la participación de otras personas. De repente el trabajo adquiría una dimensión colectiva que desbordaba energía. Cuando nos juntamos muchas personas somos capaces de mucho más que en solitario. También es cierto que requiere ser muy flexible y estar dispuesta a aceptar cosas que no puedes controlar, pero trabajar sola me aburre, prefiero crear en equipo, se aprende más.
Me gusta que sea un proceso que hacemos entre varios y que no sea solamente yo la que tome decisiones. Yo puedo iniciarlo, pero puede cambiar con la intervención de otras personas. A veces, ni siquiera lo empiezo yo, sino que alguien me propone un tema, una noticia o me da un testimonio personal, yo añado otra parte y el proyecto va tomando forma. Es un concepto de creación bastante más amplio que el simple hecho de hacer algo y que otros lo vean. Es casi una forma de jugar.
¿En qué punto te sientes más cómoda, en el proceso de ideación o en el momento de la acción?
Disfruto muchísimo de todo el proceso, porque es muy abierto y muy vivo. Por ejemplo, puedo empezar con una idea en mi cabeza, pero viendo lo que sucede puede cambiar y derivar hacia otra cosa ya que no soy yo la que controla todo.
Así ocurrió cuando hicimos la acción de «Registro». Yo tenía en mente que nos iban a echar nada más llegar y, de repente, todos los registradores estaban encantados con la propuesta. Así que la acción dio la vuelta y se convirtió en otra cosa diferente.
Me gusta que el trabajo sorprenda y mute. Alguna de las acciones han sido versionadas en otro país, con sus circunstancias y en su contexto concreto, distinto al nuestro. Eso es algo que no se puede programar, sino que surge porque otra persona se ha sentido identificada con la propuesta y decide expandirla.
Todo eso hace crecer al proyecto. El arte consiste en compartir algo que surge de una persona pero que luego sueltas, y en ese soltar te encuentras con la creatividad, con el talento y las preocupaciones de otras personas. Si estás dispuesta a aceptarlo e incorporarlo se convierte en algo mejor y más grande.
Creo que estamos en un momento donde tiene sentido plantear este tipo de iniciativas porque la comunicación es mucho más abierta en todos los sentidos. Antes los artistas estaban muy limitados por una sala, por la forma en que nos relacionábamos socialmente. Pero ahora la comunicación ha cambiado, ya no se genera solo en una dirección, sino que hay múltiples sentidos, perspectivas, formas, canales… Podemos aprovechar todas esas posibilidades.
¿Te pones límites a la hora de accionar?
Me pongo límites éticos, que pueden coincidir o no con los de los demás. Procuro que la acción permita la participación, pero sin causar ningún daño. Aunque no siempre sale como yo me lo imagino. Acciones que pensaba que eran muy suaves han ofendido a algunas personas y al revés, otras que creía que eran muy arriesgadas no han generado nada. La intención siempre es hacer reflexionar jamás herir, pero en comunicación no es posible controlarlo todo.
En tu creación el observador pasa a sujeto activo de la obra, se involucra, re-acciona ¿Alguna vez alguien ha traspasado esos límites?
Un proyecto que me devolvió algo que no esperaba fue «Hola, soy tu machismo». Una campaña contra la violencia hacia las mujeres que pretendía empezar por la base, reconocer que somos machistas, y acabó generando una respuesta con la que yo no contaba. Daba por hecho que todo el mundo sabía qué es el machismo, pero no es así. El odio que me devolvió y el acoso que sufrí en redes sociales fue mucho más allá de lo esperado.
Hubo mucha gente que se lo tomó mal, muchos hombres concretamente….
Efectivamente y ese es un dato curioso. Llevo toda la vida trabajando con la imagen de la mujer y nadie se ha ofendido, pero cuando se cuestiona la masculinidad o a los hombres la cosa cambia. La campaña fue una acción espejo, nos devolvió lo mismo que estaba señalando. En las conferencias suelo preguntar quién se considera machista y las mujeres levantan la mano mucho más que los hombres. Quizás nos dio una clave de trabajo.
En 2009 llevas a cabo la acción «Chica joven se ofrece», enseguida comenzaste a recibir mails de hombres interesados, supongo que no te sorprendió, pero ¿cómo encajaste el hecho de que fueran mujeres las que escribían dispuestas a hacer lo que se proponía en el anuncio? ¿Qué tipo de sociedad genera esta respuesta?
La cultura que tenemos es la misma para hombres y mujeres. El sólo hecho de ser mujer no implica que desarrolles una visión crítica acerca de lo que pasa. Puede que las mujeres nos cuestionamos más porque la desigualdad nos afecta mucho, somos las primeras interesadas en que cambie. Sin embargo, hay mujeres que no hacen esa reflexión igual que hay hombres que sí la hacen. También depende de tus circunstancias personales, de la educación que hayas recibido, de tu personalidad… Todo eso influye a la hora de cuestionar lo que te rodea.
«Fashion victims», «Poses», «No tocar, no matar, no violar», «Pido para un chanel», «Princesas 2.8», «Las Primeras», o «Registro» son solo algunas acciones que ponen en el punto de mira una sociedad enferma y necesitada de cambios inmediatos ¿Qué cambios has observado desde que comenzaste tu carrera hasta ahora?
Sí se perciben cambios en publicidad, en los medios, en las series y las películas que vemos… Comienza a haber un cambio en la representación de las mujeres, pero es que llevamos ya muchos años reclamando ese cambio. Necesitamos sentirnos justamente representadas y ver diversidad de roles y de cuerpos.
De momento creo que es un cambio superficial y que responde más a una moda o al miedo a la penalización (hay varias campañas retiradas por quejas) y no a un compromiso real o a un entendimiento profundo del problema. Pero por algo se empieza. Hay que valorar que el feminismo es un tema muy presente en los medios de comunicación y en el interés general de la sociedad y que hemos avanzado mucho con respecto al pasado, pero aún nos queda camino para lograr esa igualdad efectiva y real.
Ahora se pregunta mucho la gente es si es bueno que el feminismo esté en el consumo o en los mass media. Tanto a través del consumo como de la cultura se transmiten valores, referentes y modelos que influyen en nuestra educación y en la forma de relacionarnos. Cambiar las leyes sin cambiar la cultura no sirve de nada.
Por otro lado, los canales de comunicación masivos permiten que el movimiento se extienda y llegue a más personas y que se perciba como algo necesario en la sociedad y positivo para todo el mundo. Por supuesto no hay que quedarse sólo en el slogan de una camiseta, hay que ir más allá.
Durante la inauguración de ARCO en 2018 llevas a cabo «Estamos aquí» supuso un momento de empoderamiento pero las cifras siguen siendo las mismas, seguimos invisibilizadas en el mundo del arte.
Entrar a Arco para realizar la acción ya fue en sí muy complicado por la dificultad que suponía conseguir una entrada para la inauguración. Había que hacerse con un pase de prensa o de galería. Me escribieron más de 500 mujeres artistas interesadas en participar, pero con el hándicap de la entrada no todas pudieron. Que sea una feria cerrada para artistas ya dice mucho de ella.
La responsabilidad de la invisibilidad del arte femenino la tiene todo el ámbito de la cultura, no sólo Arco. Una de las grandes razones de que hoy exista esta desigualdad es precisamente que la historia del arte haya creado un imaginario basado únicamente en la mirada masculina. Nos falta la perspectiva de las mujeres, así como la de otras culturales, estratos sociales, tendencias sexuales…
Crear una cultura desde una única mirada provoca que seamos menos libres, ya que nuestra forma de aprender a relacionarnos está muy limitada. Hay que hacer un esfuerzo por incluir diversidad de miradas y de voces en festivales, ferias, concursos, premios, becas y también en los jurados que eligen y financian los proyectos.
El arte de las mujeres se cotiza menos….
También tiene su explicación en la falta de derechos que hemos sufrido las mujeres. No hay mujeres artistas en la historia porque no podían estudiar, ni exponer, ni cobrar por sus obras. El hecho de que las mujeres no hayan podido trabajar hasta hace muy poco ha provocado que no se nos valore como profesionales, no hay confianza en nuestro trabajo y ni siquiera nosotras confiamos porque no hay suficientes referentes femeninos valorados por lo que hacen. No nos han dado la oportunidad de demostrar que podemos ser tan buenas o incluso mejores que ellos.
En una de tus últimas acciones, miles de flyers donde se ofertan cuerpos de mujeres sin ropa y sin rostro componen la palabra «Help», una publicidad que hemos acabado aceptando sin reparar en la barbarie que supone. ¿te encuadras dentro del abolicionismo?
Me considero abolicionista, pero creo en el diálogo y en tener en cuenta todas las perspectivas. Según las estadísticas la mayor parte de la prostitución es esclavitud y trata. En los países donde es legal ha aumentado la demanda y no ha disminuido el maltrato hacia las mujeres, por eso no creo en la legalización como medida para acabar con la desigualdad. Pero es un debate complejo que no puede resolverse en una sola frase ni en una sola medida, hay que cuidar a las personas que están en situación de vulnerabilidad, y dentro de la prostitución hay muchas.
Como experta en comunicación ¿qué responsabilidad tenemos quienes la consumimos en cuanto al formato que se utiliza para trasladarnos la información?
Creo que todas las personas involucradas en el proceso comunicativo tenemos nuestra parte de responsabilidad, pero también que hay diferentes grados. No tiene el mismo impacto un espectador desde su casa al encender el televisor que una cadena de televisión que llega a millones de personas. Cuanto más poder más responsabilidad.
Es injusto que se nos eche al público la culpa. El gobierno es el máximo responsable porque debe crear leyes que aseguren una comunicación que no perjudique a las personas y que además sea diversa. Luego están las cadenas y las marcas que con su dinero tienen mucho poder de decisión.
Los medios argumentan que dan lo que el público pide, pero si el público no ha sido educado en otro tipo de contenidos ¿cómo va a pedir algo diferente? ¿Generan una audiencia sin capacidad crítica pero luego piden que sea crítica?
Háblanos de tu faceta como educadora ¿con qué público te gusta más trabajar en ese ámbito?
¡Es una gran pregunta! Porque la última acción fue hace más de un año. Pero es que en los dos últimos años he estado involucrada en muchos proyectos educativos: talleres, conferencias, asesorías.
Yo lo considero un formato más de mi trabajo. No es que haya dejado de producir, sino que me sigo moviendo en diferentes ámbitos. De hecho, también lo considero una forma de activismo.
Que me contrate una empresa para guiarles en sus campañas o que me inviten a un festival de publicidad para dar una conferencia es trabajar desde dentro y una oportunidad increíble para cambiar las cosas. Quizás haya cambiado el formato temporalmente, pero siento que si me reclaman ahí es porque hago falta.
Los proyectos audiovisuales tienen un alcance muy determinado, plantean preguntas, pero no hay un desarrollo, no se genera una explicación ni se plantean posibles propuestas. Una pieza de cuatro minutos da para lo que da. En cambio, mi trabajo docente si me permite aterrizar lo que planteo en mi trabajo artístico y ofrecer claves para actuar.
En cuanto al público: me gusta llegar a todo tipo de personas. Hoy todos creamos y consumimos imágenes, saber utilizarlas es algo que puede interesar a cualquiera, no solo a publicistas o medios de comunicación. Sobre todo al público joven que se pasa el día mirando, creando y compartiendo imágenes.
Una pregunta que me encanta hacer ¿Qué has aprendido haciendo lo que haces?
¡Mucho, mucho! Disfruto, aprendo, intento mejorar como persona y me ayuda mucho a entenderme. Yo siempre digo que no soy ejemplo de nada, todo lo que hago es autocrítica, soy la primera que lo necesita. Mi trabajo me ayuda a conocerme, a entender de dónde vienen las cosas y admirar mucho a las mujeres que tengo a mi alrededor. También me ayuda a intentar cambiar lo que no me gusta, aunque no siempre lo consiga.
Y, para terminar, no podemos dejar de hablar del momento en que nos encontramos, con una pandemia que no se sabe cómo va a evolucionar, y el confinamiento al que la ciudadanía se está viendo sometida, ¿crees que la sociedad cambiará de algún modo después de pasar por esta situación?
No sé si va a cambiar, pero me encantaría que de aquí surgieran cosas positivas. Todas las crisis suponen un cambio, ojalá todo esto que estamos viviendo pueda hacer que mejoremos en algo, aunque reconozco que a veces también lo dudo… A mí personalmente sí me ha hecho reflexionar sobre muchas cosas. ¡Veremos qué queda!
El arte como motor de cambio, como instrumento para desenmarañar las redes de un sistema patriarcal que nos agota como mujeres y como ciudadanas mientras cargamos con una mochila invisible llena de estereotipos. Ahí es donde encontramos a Yolanda Domínguez, donde lo colectivo trasciende lo individual, artivista en estado puro.
Imagen destacada. No tocar, no matar, no violar. 2016