Gloria Martín Montaño. Una sana, limpia y esencial relación con la pintura
Vanessa H. Sánchez MIRANDO a Gloria Martín
Al poco de conocernos en uno de los desayunos que organiza la galería una de las preguntas que hice a Gloria Martín Montaño (Sevilla, 1980) fue ¿porqué pintura?, mi intención era porque en su obra la realidad se anteponía al espectador, por qué buscaba reflejar lo visible, si con la llegada de la fotografía había quedado ya evidente. Su respuesta fue “porque yo lo que se hacer es pintar”. En esa tosca respuesta se encuentra el mundo de Gloria, una pintora con letras mayores que hace resurgir realidades ficticias, donde nos confunde con una representación conceptual de lo que conocemos por obras de Arte.
Una vez te acercas y te detienes, la pintura de Gloria Martín nunca habla solo de lo visible, sino que cuestiona en todo momento binomios que parten de la realidad y de la pintura misma, lleno- vacío, interior-exterior, realidad-representación son la dialéctica en la que se conjuga su trabajo .
Detrás de cada una de las imágenes hay un cuestionamiento conceptual del lugar que ocupamos como espectador y de nuestra realidad visual. La imagen para Gloria es fundamental, y como ésta genera tradición, cultura, sociedad y sentido.
Su experiencia en la pintura esta en todas sus obras, se generan después de haber vivido algún acontecimiento que se ha cruzado en su camino. En su estancia en Paris beca del Ministerio de Cultura en el Colegio de España, trabajo sobre las casa museo con el proyecto de “La casa de Claudine”, expuesto en Unicaja Málaga después de visitar dicha casa. En su estancia en Bruselas, beca en la Maison d’Art Actuel de Chartreux surge “Taller de Moldes”, obras clásicas de vaciados de escayola donde prima el concepto pedagógico de la obra de arte más que su singularidad, la réplica sobre el original. La réplica será otros de los conceptos que tomarán importancia en trabajos posteriores.
Gloria Martín ha ido investigando la relación de los espacios representados con los objetos que en ellos habitan, estableciendo relaciones entre la casa-museo-almacén-objeto. Una relación tan estrecha entre el aspecto pictórico y el espacio expositivo que reside en toda su obra, llegando a ser la base en su última exposición en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo de Sevilla, donde participa en la colectiva “ ¿Que sienten que piensan los artistas andaluces de ahora?” con la obra “Almacén”, 2016. Aquí nos confunde con la parte de atrás del museo, la artista ha pintado a modo de trampantojo toda una zona del museo simulando los almacenes de este, donde se acumulan sus obras y se dispone lo que no se ve.
No podemos distinguir solo la obra de Gloria Martín por su persistente alusión a la pintura, su casi obsesiva reflexión sobre la obra, su sacralización del objeto o los lugares en los que este ha- bita. Es esta reflexión la que la lleva a realizar una perfecta relación entre forma y fondo que que- da de manifiesto en una extraordinaria delicadeza pictórica, de ambientes silenciosos, opacos, creando atmósferas de inciertas composiciones. Hay un lugar para lo sacro, de lo religioso sin ser- lo y la pertenencia a una colectividad que es inexplicable a simple vista. Un halo de metafísica
pictórica y colectiva que nos aproximan a entender de que hablaba Benjamin, en su cuestiona- miento del aura en la obra de arte. Ese aura y su discurso conceptual esta en la pintura de Gloria Martín, donde los objetos se materializan desfocalizados y primitivos para adjudicarles una nueva catalogación en nuestra percepción.
La serie “Cuaresma”, Gloria Martín hace referencia al almacenaje y depósitos de objetos religio- sos que formarán parte de una procesión de Semana Santa, algo estrechamente vinculado con su ciudad de origen. Esto genera una serie de obras donde el detalle esconde la posición de la artis- ta respecto a sus continuas constantes -objeto-cultura-arte-costumbre. En “Cerámica Pintada, una muestra arqueológica”, pone de manifiesto la importancia de los objetos utilizados en el pasado, cerámicas, y estos los deslocaliza para mostrarlos con la genuidad de cada uno de ellos. Ese acto pictórico hace que el objeto se muestre único y lo eleva de categoría, dotándole de una nueva vida, abriendo su espectro.
Gloria Martín redescubre nuevos relatos a la idea de sacralización de la obra y su relación con el museo en cada uno de sus proyectos, generando nuevos diálogos con el espectador. Yo en lo que me detengo es en su relación con la pintura misma, sana, limpia, sabia, ruda y en definitiva esencial.