nucbeade: «Investigar determinados temas es un posicionamiento.»
SABELA FRAGA COSTA mirando a NUCBEADE
El colectivo artístico nucbeade, formado por Quiela y Andrea, trabaja desde 2017 por recuperar otras formas, lenguajes y memorias no hegemónicas en las artes. Sus obras nos enfrentan al desconocimiento y a la desmemoria desde el punto de vista democrático, pero también al borrado de los cuerpos no normativos y las disidencias sexuales del relato histórico oficial. ¿De qué forma se presenta el deseo bibollo? ¿Es posible crear una genealogía lésbica que funcione al mismo tiempo como dinamita en esa historiografía sesgada? Ante las dificultades provocadas por la opacidad del relato, emprenden un arduo proceso de investigación para narrar artísticamente lo que pudo ser, recuperar referentes e imaginar así lo que puede llegar a ser en nuestro presente y futuro. Su experimentación a nivel técnico, el tratamiento del archivo documental y su tejer narrativo –manteniendo la tensión entre la ficción y el documental– establece una distancia necesaria con el tiempo para templar la violencia que contiene el relato histórico al que se acercan. Pero su inventiva, apoyada en la memoria íntima y afectiva, también ofrece la oportunidad de narrarse de otras maneras y encontrar nuevos imaginarios que movilicen los deseos del presente.
Lesboanimitas parte de las animitas chilenas, unos templetes paganos de pequeñas dimensiones instalados en la vía pública que celebran la memoria de una persona desaparecida o muerta en condiciones trágicas. ¿Cómo surge la idea de trabajar con la genealogía lésbica a partir de estas construcciones populares y diseñar la cartografía?
Surge de una invitación que nos hizo Weird Space, un proyecto formado por CumuloLimbo Studio (Natalia Matesanz) y VenidaDevenida (Ana Olmedo y Elena Águila). Justo cuando nos propusieron formar parte, estábamos en Santiago de Chile y una de las cosas que más nos impactó de Santiago fueron estos templetes. Las calles están llenas de estos altares que levanta la gente de manera popular y que de alguna manera configuran también tu forma de acercarte al espacio, añaden capas de significado que hacen que colapsen los tiempos. Hay animitas de principios de siglo, otras de los años setenta o noventa que están muy vinculadas a la dictadura u otras actuales levantadas a jóvenes que han sido asesinades por delitos de odio lgtifóbico. Es decir, la historia estaba presente y no podías evitarla porque te chocabas contra ella, había alcanzado esa fisicidad y no podías ignorarla.
Dándole vueltas a esta invitación pensamos que, de igual forma que la gente chilena utiliza estos templetes o altares para trabajar con su memoria sin necesidad de que sea apoyada por un gobierno o por una ley de memoria histórica, nosotras podíamos rescatar a nuestras muertas. Toda esta coyuntura nos hizo comenzar a pensar y a intentar reconstruir esta genealogía del deseo y de la represión bibollo y sexodisidente en España, sobre todo en las décadas que van desde 1930 a 1980. Es ahí cuando empezamos a armar un archivo con una diversidad de materiales muy grande que luego activamos en lo que acabó siendo Lesboanimitas. Al igual que los templetes favorecen esta colisión de tiempos y de espacios en la vía pública, nos interesaba mucho traer ese archivo a la actualidad a través de cuerpos disidentes presentes que lo integrasen en sus experiencias.
En el taller, invitamos a las participantes a traer objetos que conectasen con todo el archivo que nosotras habíamos abierto. Teníamos la idea de componer el templete o el bodegón de objetos que representase a las personas que estábamos homenajeando y dejarlo en la vía pública, pero sabíamos que iba a desaparecer. Entonces, fuimos escaneando los bodegones que montábamos. La imagen que obteníamos como resultado es la que luego pegamos como póster en las calles con un pequeño texto en el que se explicaba qué era. Escogimos el escáner 3D y no la foto, por ejemplo, porque la imagen que da esta tecnología es una imagen también con lagunas, con hueco. Si no echas muchas horas de edición, la imagen que recibes es difusa, igual que nuestra memoria.
Aunque partáis de situaciones negativas como pueden ser la violencia o la invisibilización, en vuestras piezas también se dejan ver ejercicios de resistencia afirmativos. Estos son más sutiles que épicos, casi enmarcados en la cotidianeidad de los pequeños gestos y los objetos. ¿Es ahí dónde empieza todo?
La resistencia la teníamos en lo formal. El hecho de investigar determinados temas es un posicionamiento al intentar que no se olviden ciertas historias o sucesos. Pero es en la forma de cada uno de los proyectos donde intentamos darle la vuelta a esa violencia. Lesboanimitas, por ejemplo, es deliberadamente luminoso porque es el que tiene más resistencia afirmativa a través del deseo. Es la base del proyecto, es decir, sabíamos que había unas lagunas muy grandes y teníamos que intentar hacer o reconstruir nuestro propio archivo, hacerlo presente, poner nuestros cuerpos, dejar una huella en el espacio público. Después, yéndonos al extremo contrario, en cuanto al contenido, A cinquito, con derecho a tocar es una película muy oscura y violenta. En el contenido no tiene ese brillo o resistencia, sino que la resistencia reside en el dispositivo que nosotras creamos para narrar esa violencia. Una forma de decir que no vamos a volver a poner delante de la cámara a la otredad, ni a optar por una perspectiva frontal, tampoco a enseñar estos cuerpos que disienten de la norma y que han sido históricamente hipervisibilizados e hiperbolizados. En ese proyecto, la resistencia está en el mecanismo formal. Por otro lado, en Una dedicatoria a lo bestia la resistencia más obvia reside en las dos performers que pusimos delante de la cámara, grabando sus gestos y la calidez que ellas nos ofrecían. Gracias a ellas, la espectadora resiste delante de la película porque lo que se cuenta es muy duro. Ahí el brillo está en ellas. En Licencia de amor B y P le damos dimensión física, con azulejos, baldosas y madera al cuarto que Begoña tenía en el Patronato de Protección a la Mujer de San Fernando de Henares –que ya se demolió– y lo llevamos al espacio artístico, porque tampoco existe un museo de la memoria donde podamos instalarlo. Situamos la memoria en el espacio del arte contemporáneo.
En nuestros proyectos, los gestos y los objetos son dos elementos narrativos que conectan muy bien con estos relatos que se podrían considerar menores porque su sujeto no es el dominante. Quizás las historias brillan porque hemos podido hablar con gente que de algún modo nos ha hablado de esos objetos y de sus vivencias cotidianas, transfiriéndonos inevitablemente esa resistencia y su forma de sobrevivir. El deseo de cuidar las historias que nos han contado también afecta en cómo vamos a transformarlo en una película y quizás marca la diferencia entre el trabajo que puede hacer una periodista con el que puede hacer una creadora. Transformar, buscar la forma y tener una mirada artística que ponga el foco en determinados aspectos y que vaya más allá de lo que existe a nivel informativo.
La disolución de fronteras en vuestras piezas, tanto a nivel temporal (pasado-presente) como de géneros (documental-ficción) está tratada de una forma muy sutil a la vez que poética. ¿Qué papel le ofrecéis a la espectadora en este juego ambiguo?
En general, todas las piezas exigen un papel bastante activo a la hora de visionarlas. También tienen muchas capas tanto a nivel de contenido como de aproximación a la pieza. En Una dedicatoria a lo bestia quizás haya gente que se quede con la voz en off, con esa capa más informativa, otras sentirán el brillo y la calidez de las performers, sumando esa capa más íntima, o harán una lectura nostálgica debido a los objetos que se presentan delante de la cámara y que apelan a su juventud. Es una pieza que estuvo muy guiada por la información que queríamos contar y los objetos que teníamos, pero el producto final se hizo más en la parte de montaje. Ahí, por ejemplo, descubrimos que la forma era la doble pantalla.
Quizás en la que más prestamos atención a esa cuestión fue en A cinquito, con derecho a tocar porque queríamos jugar justo con el deseo de la mirada de lxs espectadorxs. Veníamos de una pieza anterior con una voz en off que daba tanta información que decidimos depurar esa parte. Pretendíamos que fuera más un puzle, que la espectadora fuese uniendo la pieza con esa intriga, descubriendo en cada escenario ciertas pistas hasta llegar al final donde se explicita todo. Teníamos miedo de perder a la espectadora, pero hay quién ha disfrutado de la película sin entender castellano ni tener subtítulos. Sólo con lo estético. En esta pieza recreamos el backstage de las barracas de feria de 1980 y construimos toda la estética para que nos sirviera formal y narrativamente para contar lo que queremos y grabarlo con el medio más popular de ese año: el Super8. Articulamos tres temporalidades: un pasado, definido por el medio y la estética analógica; un lenguaje narrativo visual que es muy contemporáneo y, por último, el contenido de la investigación que abarcaba casi doscientos años. La forma final pretende evitar la linealidad en este relato. Lo que ha estado fuera de la norma no se puede narrar de manera lineal, es una construcción en la que se mezclan muchos tiempos y hacer patente esa mezcla era para nosotras una forma de concebir esta historia. Trabajamos con la idea de estar creando el documento visual que nos hubiera encantado encontrar investigando esto.
Nuestras piezas tienen muchos puntos desde los que aproximarse. No trabajamos con ideas cerradas, quizás porque somos dos y llegar a acuerdos puede costar. Nos aproximamos a los temas investigando mucho, pero no somos especialistas en esas cuestiones. Nuestro trabajo consiste en ser artistas. Eso lo dominamos y eso es sobre lo que podemos hablar, pero también es lo que nos pesa porque las historias que a veces tratamos eclipsan nuestra pieza. A veces, parece que tenemos que ser esas especialistas sobre el tema. Nuestra aproximación artística se hace desde el respeto que tenemos a la labor de investigación y desde el conocimiento que tenemos de la creación con mucha honestidad. Por eso el significado queda abierto, porque lo que pretendemos es poner nuestra investigación artística y de archivo encima de la mesa y ver qué sucede, abrir diálogos. No hay una necesidad de cerrar una interpretación. Es más bien señalar, situar el foco de atención.
¿Por qué decidís centraros en el deseo? ¿Qué potencialidades políticas y artísticas observáis en él?
Existe una necesidad de explicarnos y entender por qué nuestra identidad a día de hoy se cuestiona. Rastreamos el deseo y su represión hasta hallar una genealogía del deseo y de la violencia. Si las lesbianas, dentro de esa disidencia sexo-genérica, no fueron represaliadas o tan perseguidas, ¿cómo es que a día de hoy todavía se siente la violencia, el miedo, la educación del no mostrar? Si la persecución no fue tan brutal como otras disidencias, ¿por qué hay una generación posterior a la dictadura que todavía arrastra este miedo? Cuando todas estas relaciones se niegan y con ellas el deseo, por el hecho de no haber “pruebas”, se nos enciende algo que nos hace trabajar contra esa imposibilidad del deseo bibollo y crear genealogía.
Más allá de estudiar la construcción de la «otredad» a través de los mecanismos del poder, también dirigís el foco hacia aquellos agentes y dinámicas que desde lo cotidiano contribuyen a ese régimen de «normalidad». ¿Es necesario hacer autocrítica y revisar nuestro grado de complicidad con un sistema que decimos combatir?
Rotundamente sí. Con A cinquito, con derecho a tocar lo vimos muy necesario porque es una pieza que habla de dinámicas que todavía siguen en boga. Por un lado, se han cerrado estas barracas de feria, pero por otro mantenemos realities shows que se basan en prácticamente lo mismo. Se sigue generando otredad sobre los mismos cuerpos, pero ahora lo emite la televisión. Más allá de la televisión, prestar atención también a los marcos de lo oficial, como los museos, que siguen con las mismas lógicas dicotómicas de hace doscientos años. En la calle, los comportamientos que probablemente se producían en la barraca, gritando o diciéndole cualquier cosa que se te pasase por la cabeza a la persona que estaba siendo exhibida se siguen repitiendo: recibir una interpelación no deseada por salirte de la norma.
En varias entrevistas comentasteis que una de las cosas que tenéis claro es lo que no queréis hacer. ¿De dónde nace esa determinación? ¿Es una oposición más a nivel formal o temático?
Trabajamos desde el «no» porque es una forma de retarnos a encontrar esa estructura que estamos buscando, esa forma de contar lo que queremos contar. No por una cuestión de originalidad, sino por una determinación concreta de no seguir reproduciendo las mismas imágenes o discursos que se han utilizado para tratar estos temas. Ese «no» es el que nos hace estrujarnos la cabeza, plantearnos cómo poder hacerlo y en dónde invertimos más tiempo. En Una dedicatoria a lo bestia, por ejemplo, decidimos que fuesen los objetos los que guiasen el relato, compuesto, a su vez, por una combinación de testimonios e investigación bibliográfica. Teníamos claro que no deseábamos hacer una pieza al uso del reportaje, nos interesaba buscar otra manera de narrar las experiencias de estas personas y, al mismo tiempo, cuidar la confianza que habían depositado en nosotras. Trabajar con la forma es un reto para nosotras, no ir a lo fácil. No vemos la creación de esa manera, de concebir una idea para resolver rápido o tratarla de manera superficial. Hemos renunciado a ese sistema y preferimos regirnos por el cariño y el tiempo que demande cada pieza.
El modo de concebir vuestros proyectos (investigación previa, talleres de varios días, material analógico…) parece contradecir la lógica frenética e instantánea del presente. ¿Cómo afecta en vuestros ritmos de trabajo el mandato de compartir todo en redes y estar siempre activas?
Hemos tenido épocas bastante activas en redes y hemos seguido la lógica de presentarnos a convocatorias, pero nunca nos hemos ajustado muy bien a esa forma de trabajar. Entrar en la rueda es difícil y cuando lo consigues, ves que el sacrificio es enorme y tienes que renunciar a una cantidad de cosas muy grande. Tenemos compañeras que, si echan cuentas a finales de año, solo han estado en su casa dos meses y ni siquiera seguidos. Eso hace muy difícil que hagas una red consistente y que mantengas los vínculos. En el caso de las redes sociales llegó un punto en que lo que aportaban eran cosas más negativas que positivas. De hecho, las redes que mejor nos han funcionado hasta ahora son las que surgen presencialmente después de una presentación o de un coloquio. Encontrar el punto en el que nos sentíamos cómodas ha llevado su tiempo y ha sido todo un aprendizaje cuestionar poco a poco todas esas lógicas.