Natalia Pastor. Entre la huída y la permanencia
Susana Carro MIRANDO a Natalia Pastor
Hay lugares que no lo son, espacios carentes de identidad, de valor relacional o histórico; lugares que sólo son ubicación en el mapa del territorio físico. Frente a ellos, los espacios que trascienden lo puramente físico hasta convertirse en paisaje psicológico, cultural y social que fagocita al individuo. El Trocadero de Lezama Lima, el Newark de Philip Roth, Medellín en Fernando Vallejo… la literatura nos dota de cientos de ejemplos de este singular fenómeno. En el caso de la plástica y en territorio nacional encontramos la cuenca minera de la asturiana Natalia Pastor y, en la cuenca, una ubicación aún más exacta; Laviana.
El lugar ha sido y continúa siendo un territorio hostil: el paisaje negro de las escombreras ha dejado paso al abandono de la ruinas, el rigor de la jornada laboral en la mina a la desidia del desempleo, la incertidumbre del futuro a la negación misma del presente… no hay victimismo en el balance, es un hecho. “Cuando vives ahí es duro pero aún mas irse y volver”, afirma Natalia Pastor, quien estableció en Laviana su lugar de trabajo, allí formó una familia y la huida dio paso a la permanencia.
Nistrastur su última aportación artística es también su rendición definitiva al lugar, al espacio desde el que hace más de una década escribe y reescribe la intrincada trama de su propia identidad. En Entre la huida y la permanencia, uno de los vídeos de esta serie, dos bailarinas danzan en armonía, como si fueran una sola figura hasta que intentan separarse. Descubren entonces que no pueden salir huyendo porque un grueso cabo une sus vestidos rojos. El vídeo, afirma la autora, “es una reflexión autobiográfica, cómo me siento yo en esos espacios. Por momentos permanecer, arraigo, otras salir huyendo, corriendo, sentimientos encontrados con los que vivo permanentemente”.
El entorno fabril y adverso contrasta, a juicio de la autora, “con la imagen de la mujer, imagen de fragilidad pero también de resistencia”. Y siguiendo esta tópica podemos retrotraernos hasta la serie Dérmicos e incluso a Octavia o la ciudad suspendida, instalaciones realizadas en el año 2007. En ellas las mujeres penden a penas de un hilo rojo sobre las chimeneas de las centrales térmicas. La mujer como ensoñación que flota y trasciende el escenario industrial; el cuerpo de la mujer supliciado por la chimenea que lo empala; el monolito fálico que violenta a la mujer extenuada pero aún en resistencia… la imagen podría evocar cientos de lecturas distintas pero, frente a todas ellas, está la más veraz, la que la autora tenía en mente al hacer la obra y que ella misma relata así: “yo estoy ahí en esa desubicación, desorientación…es una metáfora de la incertidumbre”.
Si quedaba duda alguna a propósito de la obra de Natalia Pastor como interiorización del territorio, esta se vería despejada al contemplar Homenaje a Frida. Como la artista mexicana, Natalia vive la experiencia de una enfermedad que la aísla en su casa: “varios meses, sin leer, sin encender el ordenador, no podía hacer nada, tenía fotofobia”. El mundo interior se convierte en el único paisaje posible y “sacar eso en aquel momento fue lo que me ayudó”. Es así cómo surgen sus Rizografías, sus tallos subterráneos, “lo que crece hacia dentro, el mundo interior era lo que en ese momento quería plasmar”. Y, en paralelo, la serie Impactos: cerámicas escachadas, pies craqueados, órganos vitales impactados… La materia humana como sustancia frágil y la psykhe dadora de álito vital más quebradiza aún: “después de que todo lo de fuera me hubiera comido a mí, me quedaba sola y necesitaba esa paz. Cosas que te pueden anclar o atar”
Pero esa agonía nunca llega al derrumbe porque siempre hay un cabo que sostiene al personaje, un cabo que parte de esa segunda dermis roja, de ese vestido-coraza con el que Natalia se protege. Caería en un error quien al leer estas líneas construyera una semblanza atormentada de Natalia pues ella sonríe mientras piensa en colgar sus vestidos rojos en la galería de arte. “La ropa la hice yo con mi madre” y juntas las imaginamos tejiendo y destejiendo los vestidos o el enorme mantón en forma de útero de la serie Co-razones. ¿Arte o artesanía? la polémica está servida para aquellos que consideran que hay artes menores.
En la escena anterior han quedado reunidas madre e hija y una hija que también es madre, Natalia Pastor. “En la maternidad todo se paralizó y tenía la sensación de haber perdido años de mi carrera profesional”. Como en la deriva artística de casi todas las mujeres Natalia elucubra: “es muy difícil ser madre, ser artista y vivir en Asturias. Se suponía que yo era una artista madura, con una trayectoria consolidada pero resultó que no, porque ya no podía aprovechar las oportunidades que se presentaban. Para las artistas que somos madres es aún más difícil la movilidad y eso conlleva una pérdida”. El eterno problema de la conciliación entre crianza y vida propia y la permanente certeza de que esto implica una pérdida profesional sólo para las mujeres artistas.
“Después de hacer una serie trabajando en mi interior tengo una vuelta al exterior y vuelvo luego a conectar a la realidad que me rodea”. Natalia observa este devenir cíclico en su modo de trabajo y así explica el paso a su serie Desde fuera. Cámara en mano la artista inició un basto proyecto fotográfico que la hizo recorrer los clubs de alterne de “casi toda Asturias y parte de algunos pueblos de León”. Había que esperar a que cayese la noche porque, como cuenta la propia artista, “me interesaba que desapareciera la arquitectura completamente y todos los elementos del exterior. Que fuese un dibujo de luz”.
Natalia sonríe abiertamente mientras narra cómo no está bien visto que una mujer acuda a la entrada de un “puticlub” para hacer fotos durante la noche. “Algún susto llevamos”, pues para los asiduos del lugar no era grata la presencia de quien sólo podía ser vista como esposa despechada en busca del marido díscolo. “¿Quién iba a creer que yo, fotografiando un puticlub en la noche, no estaba “dentro” del juego?” Y, aunque mientras cataloga y fotografía Natalia lo hace con la mirada externa de la antropóloga, cuando emprende su obra se incluye a sí misma en la escena bajo la mirada poética del arte. Como mujer, el comercio del cuerpo no le resulta ajeno ni tampoco las relaciones de dominación y menos aún el universo simbólico de la seducción y el deseo destinados a los hombres. Natalia Pastor ya no sonríe y se queda meditabunda mientras repasa el catálogo de sus obras.
El fin de un proyecto es siempre el inicio de otro: Dame, tira (2004), Les refuges subtitules ou autres cellules (2005-2012), ¡Vamos de excursión! (2012), Enlaces y desenlaces (2012), Parece que va a llover (2014). Pero en todos ellos hay una vocación común: la interiorización de un paisaje para extraer de la hostilidad la belleza. Del mismo modo que para Niels Bohr la tarea de la Física no consistía en averiguar cómo es la naturaleza sino lo que nosotros podamos decir de ella, para Natalia Pastor la geografía no consiste en describir cómo es el territorio sino lo que se puede decir de él. He ahí la clave de esta extraordinaria artista: el mapa es mas importante que el territorio.
© Natalia Pastor
| Web
class=»p1″ style=»text-align: left;»>Susana Carro Fernández | Web