Marta Corada y la eternidad de sus ritos
Adriana Pazos Ottón MIRANDO a Marta Corada
Desde el primer acercamiento a la obra de Marta Corada percibimos un realismo y extrañeza que nos hace detenernos y querer comprender. Esa fue mi primera sensación, quedar atrapada ante su obra intentando desvelar el misterio. Atraída por su atmósfera, sus personajes, su espacialidad y el enigma que emana de la narración de sus imágenes.
Una artista que trabaja con medios fotográficos, principalmente fotografía de calle que manipula en fotomontajes digitales y manuales. Nacida en Logroño, se forma en las universidades de Salamanca y Barcelona. Desde el 2012 y tras su paso por la ciudad de Shanghai durante una residencia artística vive en Londres donde trabaja como fotógrafa y expone su obra, además de colaborar en diversas actividades socio-culturales. Su obra ha sido expuesta en Lugares como Somerset House y James Freeman Gallery en Londres, Distrito artistico M50 en Shanghai y diversas galerías del territorio Español.
En su obra fotográfica hay un encuentro misterioso, una brecha temporal, que aúna lo cotidiano con lo extraordinario, personajes en situaciones corrientes, en escenarios comunes, captados en acciones detenidas, individuos como piezas que engarza una y otra vez, de distintas maneras, a la búsqueda de algo siempre huidizo, de algo que nunca nos es revelado completamente.
Marta Corada se hace dueña del tiempo, manipulando sus personajes y dotándolos de una esencia que los convierte en copias infinitas de cada segundo de nuestra existencia, de aquello que ha podido ser, es y podrá repetirse por infinito. Enlazando con la idea de Nietzsche de que el instante no es un simple tránsito desde un pasado hacia un futuro, sino que en él mismo se muestra el tiempo eterno.
Así nos revela lo que nosotros somos, nuestras acciones olvidadas en el devenir de la existencia, el segundo que nos define, que nos condensa. Sabemos que estaremos allí, que hemos estado o que estamos justamente viviendo ese instante, y por esto mismo nos habla del vértigo que acompaña a esos momentos.
Captando en acciones ordinarias, comunes a todos, la potencia de cada instante único, pero eterno, ya que en él se encuentra todo el sentido de la existencia.
Sus fotografías se convierten en una suerte de acertijo en el que nos vemos inmersos y necesitamos decodificar sus pistas. La grieta temporal que plantean sus imágenes se abre y permite pasar al otro lado, al lado de lo ya acaecido, simplemente tal vez, para recuperar los gestos, las voces, las presencias que fueron importantes y que se han desvanecido. Son imágenes ficcionadas, que proponen preguntas y desatan reflexiones sobre la sociedad y el momento actuales.
El territorio de Marta Corada es de imágenes muy concretas pero fronteras escurridizas, que parten de lo conocido y se expanden hacia lo irreal, el ensueño. Ahí, en ese espacio intermedio es en el que ella construye estas imágenes testimonios de la vida, del ir y venir que nos acontece a todos.
Como nos cuenta la misma artista: “Me interesa el lado humano, lo que transmiten cada uno de los personajes en mis fotografías y lo que se contiene y se intuye en sus gestos y movimientos; me interesa transmitir un punto de vista genuino y el uso de la exageración de un recurso visual para transmitir una idea…. Mi proceso no tiene una forma o método fijo, Me guío mucho por la intuición y la belleza y expresividad intrínseca de cada momento.”
Su trabajo revela una cuidada técnica. Captura con su cámara, desde un mismo encuadre, multitud de instantáneas, durante largas sesiones, que después presenta como si hubiesen sido obtenidas con un único disparo, resultado de un largo proceso de manipulación de sus composiciones. Imágenes que son fotomontajes digitales, cuyo proceso creativo recuerda mucho al proceso de componer y pintar un cuadro.
“Normalmente escojo las localizaciones para mis foto-composiciones por lo evocador de la vida en esos lugares, después se trata de buscar el equilibrio para que la imagen transmita la realidad de esos mundos, siendo a la vez desconcertante, debe intuirse una intención que viene del punto de vista del artista mediante la manipulación de las imágenes, más allá de lo puramente documental.”
Una obra que es paisaje reconstruido, a la vez común a todos e íntimo. Una narración que se construye con los detalles desordenados de la memoria, “flashback” y silencios, para pararnos a pensar, por ejemplo, en hasta qué punto siempre habrá una parte de nosotros en las calles por las que hemos transitado, en los barrios en los que hemos vivido, en las casas que hemos ido dejando atrás, en los pliegues y rupturas de nuestras vidas.
“No me interesa tanto promover el aspecto social-documental en mi obra aunque exista irremediablemente, sino mi visón personal del mundo, de mi mundo y el modo en el que coexisto, el modo en el que veo y proceso esa información de alguna manera reciclándola y transformándola.”
Nos cuenta que su último proyecto incluye fotografías tomadas en Reino Unido y en Shanghai. “La idea principal era ver lo extraordinario en lo cotidiano, observar a la gente desde mi punto de vista, como actores que entran y salen del lienzo haciéndolos coexistir en un mismo espacio que yo como autora de la obra selecciono y manipulo. Con este proyecto comienzo a alejarme de los límites que supone el acotar un proyecto fotográfico entre los límites que en ocasiones se determinan en la fotografía (observar, disparar y seleccionar una serie de imágenes sobre un tema determinado) y poco a poco he regresado a la creación manual, más libre aunque no por eso menos compleja, utilizando el fotomontaje y el collage manual.”
Sus fotografías de calle funcionan como un estudio previo a lo que nos quiere contar, incluyendo incluso fotografías tomadas con el móvil, trabajando de un modo más espontáneo. Las localizaciones que servirán de fondo a estos fotomontajes son cruciales, de estas surgen normalmente las ideas para cada composición, aunque en ocasiones el proceso comienza por un objeto o un personaje, y toda la composición gira en torno a este.
Para esta nueva serie de fotomontajes y collages en la que trabaja últimamente, las ideas fluyen de un modo menos contenido y limitado en cuanto a la narración que vemos en la obra. Plantea un juego con el aspecto surreal de la vida cotidiana, que existe pero a veces nos negamos a ver, aceptándolo y resaltándolo. Conceptos como la aceptación del inconsciente haciéndose consciente y mostrándose a través de la obra de arte, dejando de lado los razonamientos en algunos pasos del proceso creativo, construyendo las imágenes paso a paso añadiendo retirando o superponiendo recortes, un acercamiento y una relación más íntima de la artista a la obra, algo que desarrolla en su trabajo actual.
Una obra de múltiples lecturas, profunda, instintiva pero fundamental que nos conmueve por lo acertado de su discurso actual. Un obra de matices múltiples donde podremos sumergirnos en el infinito de las situaciones recurrentes de la vida.
«Si el espacio es infinito estamos en cualquier punto del espacio. Si el tiempo es infinito estamos en cualquier punto del tiempo» J. L. Borges.