María Moldes: La banalidad como mcguffin
NATALIA ALONSO ARDUENGO
mirando a
MARÍA MOLDES
Comienza Byung-Chul Han su ensayo La salvación de lo bello con las siguientes palabras: “Lo pulido, pulcro, liso e impecable es la seña de identidad de la época actual”. Vivimos los tiempos del like en los que toda negatividad o imperfección debe ser borrada o, como mínimo, enmascarada u obviada. Los cánones estéticos dictaminan la línea recta a seguir: juventud, perfección y belleza. ¿Qué ocurre cuando algo no es así, cuando algo no reúne esas características? Ocurre que María Moldes saca su iPhone y lo fotografía. Así, lo decadente, lo kitsch, la imperfección, la vejez, la gordura y la arruga se convierten en objetivo central de sus capturas.
Sus dotes observadoras y su extraordinaria capacidad para captar tipos humanos convierten su fotografía en un auténtico documento social. Su formación como psicóloga quizás contribuya también a ello reforzando unas habilidades que, no obstante, Moldes ya traía de serie. Aunque resulta inevitable establecer una relación entre su trabajo y el de figuras como Martín Parr o Carlos Pérez Siquier y su serie de La playa (1972-1980), es peligroso, al partir de referentes masculinos, caer en el reduccionismo de calificarla como la “versión femenina de”. Su fotografía lo es por derecho propio, ella es María Moldes con todas las letras y la calidad de su obra da buena prueba de ello.
La cultura visual de esta artista, aunque cuenta con sus propios referentes fotográficos (Ricardo Cases, Bruce Gilden, Alex Prager, Viviane Sassen…) proviene, en gran medida, de su pasión cinéfila. El imaginario del cine americano de serie B y el de ciencia ficción de los años cincuenta con títulos como The Blob (1958, La masa devoradora), Invasion of the Body Snatchers (1956, La invasión de los ladrones de cuerpos) o The man from planet X (1951, El hombre del planeta X) otorgan a su fotografía un equilibrado binomio estética-narratividad. Un claro ejemplo de ello es Bloop, proyecto realizado en San Pedro del Pinatar (Murcia), una zona de salinas y lodos que recibe cada año cientos de personas a la búsqueda de los beneficios que otorgan los baños terapéuticos del lugar. En esta serie tanto los protagonistas (casi extraterrestres) como el ambiente fotografiado (propio de otro planeta) conceden continuos guiños a The day the earth stood still (1951, Ultimátum a la Tierra).
Reconoce también a dos directores de cine como fuente de inspiración inagotable en su trabajo: Pedro Almodóvar y Alfred Hitchcock. Del primero le apasiona su estética, especialmente el gusto por los colores saturados. Del segundo, la intriga, la trama, el suspense que impregna cada uno de sus filmes y de los personajes que los protagonizan. Porque María Moldes crea sus propias películas a partir de la realidad. Sus fotografiadas no son simples jubiladas y pensionistas. Ella las ve como actrices, como espías y asesinas en pleno set de rodaje. ¿Y el escenario? Las playas de Benidorm (Escenas de la vida radioactiva) y de Alicante (Gammacity) se convierten en el plató cinematográfico que le ofrece el colorido y la luz deseada. La puesta en escena de sus instantáneas transmite al espectador, incluso, la experiencia sensorial de olfatear la crema solar de los cuerpos chamuscados al sol.
La vida cotidiana puede ser el mayor espectáculo del mundo. All the world’s a stage. Y, como gran conocedora de ello, Moldes se mimetiza entre el paisanaje y hace su propio casting. Su star-system requiere pieles torrefactas, celulitis, varices, bañadores flúor, uñas de gel, flotadores. Lo anecdótico es letimotiv. Y, a pesar de la espontaneidad y frescura que traducen sus imágenes, no deja en ellas nada al azar: los encuadres, los planos picados/contrapicados, la saturación cromática… Todo está muy escogido, no sólo en la forma sino en el fondo, porque también la aparente banalidad temática de sus fotografías es un mcguffin heredado del maestro del suspense.
Como Hitchcock hiciese en sus películas desviando el objeto de atención del público hacia detalles no determinantes en la trama, María Moldes se apropia del recurso del mcguffin y lo materializa en sus fotografías a través de una estética de lo superficial y lo kitsch. Bajo esta excusa subyace el boicot a los prejuicios, la subversión de los cánones de belleza tradicionales a través del grito de la arruga es bella y la proclamación de estos paisajes como escenografías de una segunda juventud, de una arcadia de la tercera edad. Todo ello sin perder de vista problemáticas como el envejecimiento demográfico, la sociedad de consumo, la turistificación o “síndrome de Venecia”, el modus operandi vacacional del “todo incluido” y los nuevos modelos de ocio, la presión urbanística sobre el territorio, la contaminación ambiental… Realidades de un presente que, a través de un mcguffin, son más fáciles de llevar.
© María Moldes. Web. Bio en MMM
Natalia Alonso Arduengo. Bio en MMM
Imagen destacada: Bloop, fotografía digital, 2016.