Lurdes Basolí. Blank: una visión crítica sobre el colonialismo
ISABEL LÁZARO mirando a LURDES BASOLÍ
Lurdes Basolí afronta los proyectos de forma honesta y frontal. Su manera de extrapolar la visión más universal de ciertos temas, o la denuncia de ciertos imaginarios, se hace desde la autocrítica, poniéndose ella ante el foco en primera persona y trasladando a quien mira a esa misma condición. Una de esas autoras que te mira desde sus imágenes, que te interpela a una reflexión sobre una misma y te busca en todos los materiales que expone. Imágenes propias, de archivo, textos y mil referencias que pueden tocar a cada una de las personas que visitan sus proyectos de los que se sale siempre con una sensación de autoaprendizaje.
El detonante del proyecto que nos ocupa, Blank, es un viaje familiar que convierte en ejercicio de crítica desde la autocrítica. La autora cuestiona su aproximación a una realidad tan alejada de la propia como es la africana y pone su propio álbum de fotos realizadas durante esa estancia en Kenia y Tanzania en 1998 como ejemplo para demostrar su visión sesgada y condicionada de la realidad y dar así ejemplo de como hacemos que perviva un imaginario concreto, el occidental predominante y colonialista que dejamos que perviva por mucho que no nos queramos dar cuenta.
Su valentía reside justamente en este trabajo de autoreferencia y autoconocimiento. El fotoperiodismo del que procede se ve reflejado en su forma de trabajar pero va más allá. Ese álbum familiar vertebra el trabajo que se completa con otros dos tipos de piezas, por un lado los retratos de los primeros fotógrafos que inmortalizaron al pueblo masái y una selección de hashtags de Instagram de publicaciones en las que los turistas actuales posan con masái. En ambos casos se demuestra la supervivencia de ese imaginario propio del salvaje domesticado, el mito de lo exótico en manos del que, en una postura de superioridad y desconocimiento de lo visitado, así lo percibe y refleja.
Ella misma se cuestiona y sitúa en esta posición de intencionada superioridad lo que la hace especialmente interesante para construir lo que viene siendo la nueva fotografía documental, esa que da tanta importancia a lo fotografiado como a quien fotografía, que imprime su propio sello en cada imagen y una poética concreta en cada proyecto. En 2017 vuelve a visitar la zona y parte de este testimonio se materializa en el retrato de Kimotonge, un maasai del Kilimanjaro con quien entabla una relación de amistad. Esta nueva condición de amigo, de igual, es la que le permite hablar de como esa condición de turista blanco es tan difícil de modificar como el cambiar la visión occidental imperante.
Todo el proyecto aboga por reflexionar sobre como vemos y representamos al Otro y la imposibilidad de hacerlo fuera de un discurso etnocéntrico. Nombrar, reflejar y pensar al Otro influye en como somos y pensamos, en nuestra propia identidad y eso es lo que nos propone Lurdes Basolí. Como mujer occidental, su foco se pone justamente en su propia identidad para denunciar desde lo más íntimo, desde la autocrítica.
Las conexiones entre esos viajes coloniales de inicios del siglo XIX y la idea de safari turístico actual quedan especialmente demostradas en las imágenes de este proyecto que se completan con textos, grabados y fragmentos que se disponen en sala de forma que la lectura de ese imaginario predominante, arraigado y voraz no deja lugar a dudas de su intencionalidad final. Lurdes pone especial énfasis en esa leve evolución del aspecto del descubridor al del turista actual. Las posiciones de privilegio quedan claramente representadas y quien lea este proyecto puede indagar en como ese imaginario cala en aspectos sociopolíticos y culturales que se piensan ya superados pero que el cine, la literatura, la fotografía y la televisión se encargan de perpetuar de manera que todos somos partícipes.
Es sólo cuando se fragua una relación en términos de igualdad, esa amistad entre Lurdes y Kimontge y su materialización en un diálogo de imágenes realizadas con el Smartphone en el que ambos reflejan sus inquietudes y contexto, cuando se puede detectar cierto atisbo de cambio. Un fluir de imágenes en igualdad de condiciones que acercan y separan al uno del otro a partes iguales. Un cambio de perspectiva más allá de lo heredado que hace de este proyecto una investigación de las ramificaciones de la estética de la colonización así como un discurso sobre la ética de la imagen.
