«En la cocina» con Aintzane De Luna
INÉS GARCÍA-ALBI GIL DE BIEDMA mirando a AINTZANE DE LUNA
¿Cómo presentar a Aintzane De Luna? ¿Por su currículum, años de estudio, sucesión de exposiciones, becas, méritos? Puede ser. Algo frío, pero Aintzane De Luna tiene una sólida trayectoria y cubriríamos el expediente. Quizás es mejor una presentación más literaria, con pinceladas de palabras largas, adjetivos pomposos e interpretaciones personales. No. Con Aintzane De Luna no funcionaría. Con ella hay que entrar hasta la cocina. Un lugar donde una se muestra cómo es, como persona y como artista. Sin adornos, ni falsos ornamentos. A faena que para eso estamos en fogones. A fuego lento se cuecen las historias individuales, historias familiares aderezadas con los ingredientes que cada uno elige, experiencias personales y vitales que añaden valor y sabor al menú; allí se mezclan las palabras de familia, los orígenes; la cocina de siempre con la contemporánea, los platos de diario con los de fiesta, la creatividad con las recetas disciplinadas. Sí, la cocina de Aintzane De Luna es un buen comienzo. La cocina es un ámbito privado, doméstico, el reino de las mujeres, cada uno de sus estantes habla de memorias, de maneras de ser y seguramente fue en cualesquiera de las cocinas de cualquier casa donde comenzaron las primeras reivindicaciones de género.
La madre de Aintzane De Luna nació en el año 1929; a menudo le relataba historias de sus recuerdos de la Guerra Civil transcurridos durante su infancia en Bilbao (no perteneció al colectivo de niños exiliados). Quizás mientras movía acompasadamente la cazuela de barro con un bacalao al pilpil o a la vizcaína, mientras corregía el punto de sal, le contaba cómo el 18 de abril de 1937 se refugió en los sótanos de la mítica fábrica de zapatillas de Cotorruelo en Bilbao en pleno bombardeo indiscriminado. Ella se salvó, pero murieron 113 personas, predominaban las mujeres, los niños y hombres de avanzada edad. Encontramos habitual que los escritores vuelquen en sus libros sus memorias familiares, pero es menos habitual vincular la memoria histórica en los artistas plásticos.
Aintzane De Luna en su último trabajo habla de lo que narraba su madre de aquella época. No olvidó esta historia en su última intervención artística «Lore Artean, Belaunaldi Zaurituta» («Entre Flores, La Generación Herida») 2021-2022, una instalación de porcelana y sticker art, un proyecto “site-specific” -creado específicamente para un lugar en particular, el barrio de Iturrialde-, en el mismo barrio en el que vivió su madre durante su infancia y adolescencia, y donde tuvo lugar el bombardeo. Recuperar la esencia, la historia, la memoria.
Las cocinas hasta hace muy poco eran un espacio donde los invitados no entraban. Ahora es una de las piezas principales de la casa. Antes era una zona sin importancia, privada, doméstica. Sin embargo, en la actualidad se ve con otros ojos. Hay que cambiar la mirada, como hace Aintzane De Luna con la cerámica. Una mirada contemporánea, poniendo en su sitio cosas que antes no tenían importancia o se menospreciaban como los “trabajos manuales” de muchas mujeres que tenían inquietudes artísticas, pero no había caminos profesionales para ellas. Esos “entretenimientos” eran menospreciados, un mero divertimento femenino de las mujeres apañadas.
«Siempre pensé que mi ama, autodidacta, era una mujer desaprovechada por su gran potencial, con ella viví una infancia entre pinceles y lápices de colores. Las monjas de mi colegio pidieron ayuda a las madres del cole para llenar horas con esas “cosas tan bonitas que sabían hacer”. Varias se apuntaron. Ninguna cobraba, pero mi madre posteriormente comenzó a vender su trabajo artesanal enfocado principalmente en flores de papier-mâché; con más de 80 años seguía trabajando en encargos de flores textiles», me cuenta Aintzane De Luna que en un tributo a su madre, ha realizado este pasado verano un Taller de flores de porcelana impartido por la artista Noemí Iglesias en la Escuela Internacional de Cerámica La Meridiana en Certaldo (Toscana). Y es que Aintzane De Luna (Bilbao, 1963) quiere probar, meter el cucharón en diferentes platos. Por eso en el 2009 hizo las primeras incursiones con la cerámica. Le gustó. Poco a poco abandonó sus platos tradicionales; los pinceles, los óleos, aceites y lienzos. Cambió de texturas. Innovó. Como los grandes cocineros. Pero no se olvidó de sus raíces ni de dónde viene. Reivindica la cerámica no ya como arte menor, sino como manera de expresión artística, y también los objetos domésticos, como sus platos intervenidos con palabras, frases que reflejan sus gustos e intereses pero también palabras de familia, palabras en euskera, un idioma que quiere recuperar, defender, como esencia de su origen, de su identidad.
En su instalación «Berri Txarrak, Berri Onak» («Malas Noticias, Buenas Noticias») 2020-2021, habla de dualidad. La externa, las paredes con más de 200 platos de porcelana alineados con precisión milimétrica, y la interna, la casita de madera. La casa de madera simboliza el yo interior, simboliza la casa, simboliza el entorno de la mujer, simboliza el patrón tradicional que encasillaba a las mujeres en un rol doméstico, simboliza el estudio donde la artista se encierra para crear, pero también simboliza el territorio al que pertenecemos conformado por vínculos sociales, lingüísticos, históricos, económicos y culturales, personifica nuestra identidad frente al exterior representado por las paredes de la galería. Esa identidad que reivindica en todas sus obras.
No voy a alargarme con cada uno de los trabajos de Aintzane De Luna. Cada uno de ellos responde a preguntas que se hace, a relatar lo que le importa, a sus respuestas. Identidad, cultura, orígenes, y género. Estos son sus ingredientes que mezcla y adereza en su cocina particular, mientras se atreve siempre con platos novedosos. Una cocina única.
Inés García-Albi Gil de Biedma. Web. Bio MMM
Aintzane de Luna. Web. Bio MMM
Imagen destacada: Get up, 2017-2018