INÉS ALONSO JARABO mirando a ALEJANDRA GLEZ
Alejandra Glez nace y se cría en La Habana en 1996, en el seno de una familia humilde que desde sus primeros meses de vida la introdujo en la religión yoruba, una mitología de origen afrocaribeño con ricas creencias y tradiciones muy ligadas a la tierra, al mar. Esta joven artista llega por primera vez a España hace ocho años, trasladándose definitivamente hace cuatro tras recibir el Premio de Fotografía Joven de la Fundación ENAIRE y más tarde la beca de PHotoESPAÑA para el Máster en Fotografía, Teorías y Proyectos artísticos, habiendo incidido años antes en la escena cultural y artística madrileña. Desde muy joven, Alejandra Glez encontró en el arte su refugio, una vía de escape a las experiencias traumáticas a las que por desgracia la vida nos somete, historias propias y ajenas a las que busca dar voz y sanación a través de la expresión artística. Comienza con la fotografía para luego expandirse al vídeo y la performance, una artista insaciable que busca constantemente nuevas formas de crear.

Alejandra Glez

Mi realidad a punto del canibalismo. Fotografía, 2020

Mi realidad a punto del canibalismo. Fotografía, 2020

Mi realidad a punto del canibalismo. Fotografía, 2020
La violencia física y psicológica a la que nos enfrentamos a diario es un componente principal que Alejandra Glez trata en su obra de la forma menos explícita y más estética, dando la oportunidad a otras mujeres de conectar y sanar a través de sus imágenes. En el último período la artista cubana se ha centrado en el maltrato que el ser ejerce sobre nuestro planeta, en concreto sobre el mar y los océanos, estableciendo una conexión con ese maltrato humano, en el día a día. Alejandra Glez nació en una isla, rodeada de agua e iniciada en la religión Yoruba a la temprana edad de tres meses, por lo que para ella el mar siempre ha sido su madre, dice, existiendo una analogía constante entre el océano y la mujer, el maltrato a lo que nos da la vida. Esta fijación por el mar se intensificó cuando llegó a Madrid, la lejanía a lo que siempre ha tenido cerca le hizo caer en una depresión que hizo que surgiera en ella una preocupación que sigue creciendo por la salvaguarda y preservación de los mares y océanos. “Si mi voz fuera a cambiar algo buscaría crear conciencia a través de mi arte sensibilizando al espectador con la problemática de los mares”, me contó un día cuando le pregunté por esta reiteración.

Entre redes. Fotografía, 2023

El mar de fondo. Fotografía, 2018

Transparencia, el mar de fondo. Fotografía, 2018
Elegí a Alejandra para este artículo por ser idónea para la ocasión, “yo empecé a contar historias escondiéndome tras otras mujeres, historias con las que me sentía identificada, pero que era más fácil contar desde ellas”, nos cuenta, vi a una mujer mirando mujeres. Fue así, mirando a otras mujeres, como Alejandra consiguió armarse de valor para contar su historia, llegando a través de esa experimentación artística a conocer su esencia, o al menos acercarse a ella. En ese vaciado de experiencias y traumas resurgió con fuerza su conexión con la religión yoruba, pues al vaciarse sólo quedaba eso. Así, las performances de Alejandra se convierten en rituales, las instalaciones en altares y las fotografías en sangre, en legado y en herencia, una especie de árbol genealógico propio y colectivo de lo ocurrido y lo que está por venir.

No, no, no. Instalación, 2020
La religión en unión con el arte se convierte en una herramienta de autoconocimiento y sanación, siendo la performance un mecanismo que llevaba dentro y que fue descubriendo, observando y aprendiendo de otras. Entre esas mujeres a las que Alejandra mira están grandes clásicos del arte como Marina Abramović, Ana Mendieta o Frida Kahlo pero también se inspira por mujeres con las que trabaja, a las que mira día a día de cerca. En el ámbito artístico destaca a Semíramis González, con quien trabajó en el Museo Thyssen-Bornermisza en el ciclo de performances Visión y Presencia para visibilizar el trabajo de mujeres creadoras, en el que Alejandra presentó Volver a nacer acompañada de seis bailarinas y cuatro músicos cubanos. De Semíramis destaca su vocación y su búsqueda por dar voz a la mujer y a la performance femenina, “veo en ella una mujer muy luchadora, que más allá de su labor como profesional siempre intenta ayudar al tejido artístico, buscando generar conexiones entre instituciones y artistas” dice la artista. También destaca a su galerista Aurora Vigil-Escalera, a la que ve como una madre y considera familia, admira su tenacidad y persistencia, una mujer que resiste ante el agresivo mundo del arte. Cuenta de ella una anécdota curiosa, la cual debemos observar con ojo crítico, sobre cómo en las ferias en las que han estado juntas, Aurora Vigil-Escalera no se ha sentado ni un momento, y tampoco se ha bajado de sus tacones, resistiendo ante cualquier adversidad. Las cualidades que Alejandra Glez admira en todas ellas son cualidades que quiere aprender, llevarse para sí, como el liderazgo de Andrea Chao, directora de TSH con la que ha trabajo en varias ocasiones, un liderazgo que Alejandra Glez califica de sano, tranquilo y confiado, así como la humildad de María de la Rica, directora de comunicación que logró que esa performance en el Museo Thyssen-Bornermisza fuese un éxito de convocatoria, alguien que hace que cada artista o proyecto que cae en sus manos brille con luz propia.

Tres madres. Instalación, 2020
Así, cabe destacar la importancia de tener referentes, mujeres a las que mirar y una vida a la que aspirar. En los últimos meses he tenido la oportunidad de mirar a Alejandra como artista y como mujer, por eso quise escribir sobre ella en esta convocatoria. En su nuevo proyecto, Transformación Alejandra Glez crea una travesía artística que invita a reflexionar sobre la fuerza de la unión entre mujeres, la manera en que nos comunicamos y el poder transformador que surge cuando avanzamos juntas. Desde lo digital hasta lo físico, desde lo individual hasta lo colectivo, este viaje ha reunido a grandes mujeres como María de la Rica y Lucía Lamata, quienes se suman al proceso para enriquecerlo con su visión y sensibilidad. El proyecto se presentará próximamente en The Social Hub Madrid, en el marco de la semana del arte, coincidiendo con el Día Internacional de la Mujer, el próximo 8 de marzo. La seriedad de la profesionalidad y el misticismo de sus orígenes envuelven el joven aspecto de esta artista, donde se esconden las historias que cuenta con sus proyectos. Mitos creacionistas de la religión yoruba e historias personales de la cotidianeidad se suceden en el trasfondo de sus delicadas piezas, historias reales y mitológicas que renuevan su significado con los códigos contemporáneos. En constante evolución y desarrollo Alejandra Glez es una prometedora artista a la que no debemos perderle la pista, con la que podemos mirar al mundo y a nosotras mismas.

Oyalokun. Performance. Madeira, 2024