Glenda Rosero. La subversión de los cuidados.
PAULINA LEÓN CRESPO mirando a GLENDA ROSERO
En una sociedad en que la vida de las personas está subordinada a las lógicas neoliberales (la productividad, la rentabilidad, la competencia, la individualidad, la autonomía y el machismo) la maternidad y la crianza nos arroja a las mujeres a un espacio de subalternidad y a lo que la investigadora Maite Garbayo, en una entrevista reciente, ha denominado como una economía de la pérdida.
La decisión de ser un cuerpo gestante y la experiencia de maternar interrumpe drásticamente nuestra productividad, pero sobre todo hace que encarnemos las violencias que devienen de la invisibilidad política (violencias médicas, estatales, institucionales, laborales, sociales, etc.).
Esta situación es aún más hostil en el campo cultural, donde las y los trabajadores del arte se ven sometidos a una mayor precarización, se les exige laborar con flexibilidad extrema, movilidad constante, gran competitividad, además de no contar con prestaciones laborales (seguridad social, permiso de maternidad, pago de vacaciones, jubilación, beneficios laborales, etc.) y donde la autoexplotación se ha naturalizado.
En este contexto una mujer artista que ha decidido maternar es absolutamente invisibilizada en los tejidos institucionales y políticos, y la maternidad se convierte muchas veces en una carga que detiene e incluso expulsa a la persona fuera de la carrera. “¿Qué es esto de la maternidad que tanto me impide trabajar? ¿Qué es esto de ser madre que echa a un lado o dilata los planes que había trazado para mí, para mi vida? ¿Sigo teniendo vida?” son preguntas que se hace la artista Glenda Rosero en su texto “Yo materno”.
Frente a la precarización y la usurpación del cuerpo -la negación de los procesos encarnados por lo que se atraviesa al gestar y criar-, la artista asume la maternidad no como el lugar de la imposibilidad sino como el lugar de la duda, la potencia y la subversión.
Es así que, en el año 2015, frente a la necesidad de continuar su labor creativa pero con las limitaciones del espacio doméstico y la responsabilidad del cuidado de dos niños, nace el Colectivo Dos Guaguas, integrado por la artista, su hijo Sergio, en ese momento de siete años, y su hija Amelia de tres años.
“El Colectivo nace de la fatiga, de la duda, de la frustración y del conflicto. Nace en un intento por conciliar mi trabajo con la crianza de mis hijos; nace -sin entender en aquel momento- que mi trabajo también es la crianza de mis hijos”, comenta Rosero en el texto ya mencionado.
De esta forma, desde una maternidad situada (como artista, docente universitaria, madre que cría sola), emprende la documentación de la labor cotidiana de la crianza a través de dibujos, fotos, textos y objetos de carácter doméstico.
Al constatar el paso del tiempo a través de la ropa que les iba quedando pequeña a sus hijos, y con un cúmulo de proyectos artísticos que no habían podido materializarse, Glenda realiza la obra Bocetaje en la que borda los bocetos de aquellos proyectos que nunca salieron a la luz sobre las prendas que iban saliendo del armario.
La cotidianidad y las monótonas actividades diarias del cuidado se convierten en la materia prima para su creación. Esa capacidad de traducción de lo considerado banal y fugaz a la obra de arte, lo podemos ver también en su proyecto Mitologicodoméstico, donde eleva a mito, es decir eterniza, su incomodidad -y de cualquier madre- frente a la falta de autonomía. Glenda cuenta la siguiente anécdota:
“Estaba tratando de salir de casa y debía hacerlo con los niños porque aún eran muy pequeños y debía llevarlos a todas partes –sin importar el tipo de actividad que fuese-. Eso significaba vestirse por tres, lavarse los dientes por tres, peinarse por tres, hasta que les dije: ¡Estar con ustedes de un lado a otro es como caminar con seis piernas y qué difícil es coordinar!”
En 2016 inicia la serie de dibujos, a manera de viñetas, denominada Perlas, con la que reúne las ocurrencias y gestos de Sergio y Amelia, mismos que dan cuenta de los afectos, las tensiones y conflictos en este encuentro íntimo entre la artista y sus hijos.
Esta bitácora del día a día, que al momento tiene más de 100 imágenes y que no se ha planteado fecha de finalización, registra la convivencia donde el encuentro cuerpo a cuerpo se convierte en un acto profundamente político y transformador. En una de las viñetas se ve a Amelia de aproximadamente cinco años en medio de una sala totalmente desarreglada. El diálogo es el siguiente:
Glenda: ¡Amelia! ¿En que momento ocurrió todo este desastre?
Amelia: Cuando nacimos.
Así nos asalta y nos activa el trabajo de Glenda, un trabajo lleno de humor, que nos refleja, que nos afecta, que hurga en las fisuras de lo no dicho, que es políticamente incorrecto.
Glenda nos propone una vuelta al cuerpo desde una perspectiva crítica, rescata la minucia, pone en valor la vulnerabilidad como espacio transformador, rescata la memoria familiar, rompe el límite entre lo público y lo privado; y desde ahí señala la falacia neoliberal de la “autonomía”, de la (auto) explotación laboral como medio de “emancipación” y del conocimiento “científico” en desmedro de otros conocimientos.
Al irrumpir las lógicas que nos neutralizan y agotan, al dejar que hable lo doméstico, lo cotidiano, la memoria, la lógica infantil, al registrar la transformación lenta y continua de ellos y de ella en ese transcurrir, al permitir que esta afectación tenga consecuencias transformadoras, irreversibles, determinantes, la artista nos propone un cambio de paradigma desde la subversión de los cuidados, desde la pérdida como potencia, desde el humor y desde otras posibilidades de situarnos en la vida.
Referencias:
Garbayo, Maite. En entrevista del 18 de septiembre 2019 en la página web futuridadesmaternales.net
Rosero, Glenda. Yo materno en “Doméstika: arte, trabajo y feminismos”, FLACSO, 2019
© Glenda Rosero. Web.
Paulina León Crespo. Bio
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