viernes, octubre 4, 2024

    ELVIRA MARTOS. «Pili y Carmela»

    Pili y Carmela

    120 x 100 cm.

    Acrílico sobre lienzo.

    Mayo, 2020

     

    Carmela tiene una casa en su pueblo, una pensión de viudedad, 3 amigas también viudas con las que iba (antes de la epidemia) a misa, 7 hijos, unos 15 nietos y 87 años que cumplió sola en casa durante la cuarentena. Desde antes de que se decretara el estado de alarma, ella decidió recluirse y llevaba ya más de 2 meses sin ver siquiera una persona amiga o enemiga cuando hace unas semanas tuvo que llamar a su hija pequeña en plena noche y ésta a la ambulancia. Carmela terminó su aislamiento tras ese ataque de ansiedad que la tiene bajo medicación desde entonces.

    El otro día me explicaba cómo durante la pandemia telefoneaba diariamente a cada uno de sus hijos y a aquellos nietos que la tenían más preocupada; y como era ella quien se cocinaba a diario, limpiaba la casa y llamaba y organizaba los mandados (sin lactosa) que le traían diferentes proveedores locales. “El lunes viene el pescadero y el jueves el carnicero. La chica de la panadería me suele dejar el pan 3 veces a la semana, y cada dos lunes me traen huevos. Y a la farmacéutica la llamo yo cuando necesito algo”. Y me enseña su agenda de cuentas donde apunta todo metódicamente cómo hacía antaño cuando intentaba cuadrar la economía de un hogar de 9 personas.

    Hace un par de operaciones matemáticas y decide que este mes puede permitirse llamar a Pili, la peluquera, para que venga a casa. Quiere tener buena cara la primera vez que salga a la calle, que será “solo y exclusivamente cuando me dejen volver ir a misa”, remarca.

    Me quedo pensando que parece ser que de la carga mental y emocional doméstica una no se jubila nunca; ni obviamente, una recibe pensión. “¿Puedo leerte una tontería que estoy escribiendo?”, me pregunta con ojos zalameros. Confiesa que desde que empezó “esta historia del bicho” ha estado narrando la actualidad y cómo la ha ido viviendo ella. Redacta muy bien. Y se lo digo.

    “Es que mi padre enfermó cuando yo era pequeña y no me dejaron seguir asistiendo a la escuela, pero a mí me encantaba. Mi hermano mayor que era varón, sí pudo terminar sus estudios, pero yo tuve que empezar a trabajar desde cría en la panadería familiar. Creo que cada uno debe vivir conforme a su tiempo y yo tuve mucha suerte con los dos grandes hombres de mi vida: mi padre y mi marido; que ambos fueron muy buenos conmigo.

    Y mis hijos y nietos han sido siempre la gran alegría de mi vida. Pero la verdad es que me gusta mucho escribir, y si hubiera nacido en una época distinta, me hubiera encantado poder estudiar una carrera. Quien sabe, a veces pienso que me hubiera formado como política; creo que se me hubiera dado estupendamente.”

    Y los ojos le brillan con melancólica pasión mientras busca el número de Pili, la peluquera.

    Elvira Martos

    La obra de Elvira Martos gira en torno a protagonistas que se destacan por ser personas de la vida diaria. Esta artista plástica e ilustradora centra su mirada en una generación de mujeres que son las responsables de que estemos aquí a día de hoy y han trabajado desde la infancia. Mujeres que han hecho historia desde el hogar, el espacio más íntimo y privado de la familia, en este caso Carmela. 

    Su pincel dibuja empáticamente con pintura acrílica sobre lienzo y como si se tratara de conexiones neuronales establece puntos de unión, puentes que se alzan entre la realidad de la escena y el público. Carmela combate por el feminismo escribiendo y soñando en la oportunidad de haber sido política, si las circunstancias se lo hubiesen permitido. Elvira Martos articula el contacto posible entre el público y la escena donde Carmela es la protagonista principal. 

    A Carmela la hemos visto en nuestra infancia, asomada al balcón, con su bata floreada, regando las macetas o cargando bolsas de la compra para nueve. Alguna vez, nos regañó por cortar las flores del jardín del vecindario.

    Ahora, gracias a Elvira Martos, sabemos que, durante el confinamiento, en soledad, Carmela ha seguido narrando su historia: desde el sillón, con su libreta de notas y su teléfono, asegurándose de que no le falte nada ni a ella, ni a los suyos, hoy día lejos. 

    Por otra parte, Elvira Martos ha sido capaz de abrirnos la casa de Carmela, de invitarnos a su salón, a esa escena mágica donde Pili corta, mechón a mechón, los días de soledad confinada. Ahora, en cambio, se acicala a la espera de su primera salida a misa. Y mientras los mechones caen y las tijeras muerden, Carmela sigue contándole a Pili cómo el lunes va el pescadero, el jueves el carnicero, la panadera le deja el pan tres veces por semana y sólo tiene que llamar a la farmacéutica para avisar lo que necesita. 

    Durante este intercambio, por unos momentos, miramos la escena de Pili y Carmela y los números, las imágenes del televisor y las estadísticas son menos dolorosas porque en ella la vida se abre paso aún con esperanza.

    Gema Albornoz 

    Elvira Martos fue presentada en la VI edición por Gema Albornoz

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    Biografía

    Elvira Martos (Sevilla, 1989). Licenciada en Bellas Artes en la universidad de Sevilla, en la especialidad de pintura (2012). Prosigue sus estudios artísticos en la Accademia di Pietro Vanucci en Perugia, Italia. Durante ese periodo, colabora como ilustradora en diferentes publicaciones y comienza a publicar sus obras de manera asidua en la revista artista-cultural Salto al Reverso; con la cual sigue colaborando en la actualidad.

    Estudia Diseño, planificación y desarrollo de exposiciones gracias a la Universidad Europea Miguel Cervantes, Madrid. Y se traslada a Roma, Italia. Allí, colabora como asistente artística y asesora y participa en diversos proyectos artísticos. En esta época, conoce y se relaciona con artistas de diferentes disciplinas, y gracias a estos encuentros toma contacto con el mundo de los cortometrajes, donde ella es la encargada de la escenografía. Participa en exposiciones tanto en la misma Roma, como en Sevilla, Granada, Benevento, Venecia, …. Y es también en esos años, cuando desarrolla su exposición individual Otoño en Ronda en el Palacio de Congresos y exposiciones de Ronda (2016).

    Más tarde, se muda a Sydney, Australia y vive y trabaja allí durante los últimos 3 años. Trabaja como artista y muralista para la agencia de publicidad Apparition Media y participa junto con otros artistas australianos en la exposición Aberration en Melbourne. Es entonces cuando es seleccionada dentro del programa de la ciudad de Sydney, para desarrollar su exposición individual King Cross and Tick que se lleva a cabo en 2018.

    Ha continuado siempre su formación con estudios referentes al marketing digital, al mundo empresarial, arteterapia o la psicología social.

    Actualmente, vive y trabaja en Sevilla, España, donde se dedica íntegramente al desarrollo de su obra y sus próximos proyectos artísticos entre los que se encuentran dos exposiciones individuales en el 2020.

    Web

    Elvira Martos, en primera persona.

    Os dejamos un pequeño extracto de la entrevista que Elvira Martos concedió a la comunicadora cultural Gema Albornoz para su presentación en MMM.

    Siempre he tenido la sensación de que el lenguaje verbal es muy limitante. Considero que hay muchas cosas que sentimos, observamos, pensamos o experimentamos que no se pueden expresar con palabras. De la misma manera que incluso hay palabras que no se pueden traducir de un idioma a otro, o conceptos que siquiera existen en una lengua u en otra. El lenguaje humano es imperfecto y bastante dependiente de su contexto cultural. 

    Pero en cambio, me gusta pensar que podemos escuchar una canción y, sin importar la época en que fue escrita, su contexto, la biografía personal del cantante, o sin que se entienda el idioma o su contenido; sea capaz de hacernos sentir tristes si es una melodía melancólica, o podamos advertir que es un tema alegre; e incluso, posiblemente nuestro estado de ánimo se vea arrastrado a sentirse en sintonía con la canción.

    No sólo creo que es importante el hecho de seguir abriendo cada ámbito artístico o profesional y reivindicar una presencia femenina real. Sino que es importante que como mujeres podamos hablar de lo que nos interesa, poner el foco en lo que queramos resaltar y percibir, observar, plasmar o contar las cosas desde nuestro punto de vista

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    Mis protagonistas no son musas sensuales, sino hermanas y compañeras.

    Además, la protagonista indiscutible de la mayor parte de mi obra es la figura femenina. Todas estas figuras anónimas que me he ido cruzando, han encontrado la manera de acabar siendo retratadas en mis pinturas. 

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