Diana Molina «lo personal es político»
CAROLINA DURÁN PARIAS mirando a DIANA MOLINA
“Es a través del cuerpo que el espíritu está presente y sólo así es posible
esta experiencia que compartimos”
Diana Molina
Diana Molina es artista plástica, docente, gestora cultural y madre Bogotana de 49 años, cuyo proyecto artístico se encamina a la exploración del cuerpo como instrumento comunicador y sujeto político. Su carrera se ha visto fuertemente influenciada por el teatro, la antropología, la poesía y el activismo.
¿Cuál es tu nombre o cómo te gusta que te llamen?
Soy Diana María Molina Medina, mi alias es “María Mutante”, tengo 49 años, nací en Bogotá y soy artista plástica, egresada de la Universidad Nacional de Colombia.
¿Cuál es tu proyecto artístico, en qué se basa, y cuáles son las herramientas o instrumentos que más frecuentas y con los que te sientes más identificada?
Cuando entré a estudiar artes, lo único sabía era que me gustaba mucho dibujar y hacer máscaras, había trabajado informalmente muy cerca al teatro haciendo luces, taquilla, y oficios varios como cosas de utilería, pero nunca había actuado.
Cuando me fui de mi casa a los 17 años, alquilé una habitación en el centro de Bogotá, para ese entonces estaba muy cercana al círculo teatral y fue cuando conocí a María Teresa Hincapié (artista de performance y arte de acción en Colombia, 1956-2008), quien resultó siendo una influencia fundamental y referente vital para mi carrera.
En ese momento ella estaba haciendo transición del teatro al performance y yo por mi parte, era una chica que se acababa de ir de casa, trabajaba en el día como secretaria en un sindicato de enfermeras y en la noche me dedicaba a estar con los teatreros, con escritores, poetas y pintores.
Con ese mundillo cultural que había en ese entonces en La Candelaria (barrio tradicional y colonial en el centro de Bogotá) a finales de los 80, en ese momento tuve la oportunidad de ver algunas de las obras de María Teresa que me parecían profundamente poéticas, era un trabajo honesto y poderoso, ejercicios derivados de las prácticas teatrales que hoy considero performáticos y que consistían en derivas con los ojos cerrados por la ciudad, ejercicios de equilibrio en la baranda de los puentes, ejercicios de improvisación con el cuerpo en el espacio público, en las estatuas en las sillas, o en el mobiliario que había en la ciudad en ese momento.
Era algo que yo no comprendía en su dimensión, disciplinar o profesional, sino que era un mundo mágico que yo vivía por las noches después de mi trabajo y me parecía ante todo un ejercicio de libertad y de trasgresión, pues el hecho de disponer el cuerpo en el espacio público para algo que no era transitar o producir era ya estar fuera de la norma, estar haciendo algo que de alguna manera era disonante.
¿Desde hace cuánto te dedicas formalmente al arte?
Me dedico formalmente al arte desde hace 22 años más o menos, desde el momento anterior a decidirme a estudiar artes plásticas, ya llevaba 2 años involucrada directamente en procesos creativos y proyectos culturales.
Mis motivaciones para dedicarme a las artes, además del gusto por algunas prácticas artísticas como el dibujo o el trabajo con el cuerpo, también fueron las de encontrar un campo profesional con la amplitud suficiente para poder abordar numerosos intereses y poder hacerlo desde una perspectiva que cobijara la subjetividad que fuese capaz de permitirme hablar en lenguajes muy personales.
Antes de entrar a la universidad me dediqué a tener una vida laboral, y en ese camino recorrí muchísimos oficios y experiencias, luego intenté el estudio de la biología, pero finalmente me di cuenta que tenía unos intereses de orden no tan científico y que carecía de ese rigor científico como para dedicarme a la biología, fue así que por esa misma época comencé a ver materias electivas en otras carreras que estaban asociadas a la sociología, filosofía y antropología.
En ese entonces comencé a hacerme preguntas desde la historia y la cultura, tratando de tener una perspectiva más global y tratando de seguir mis pulsiones creativas, mi impulso natural de hacer imágenes, de componerlas con el cuerpo, de componerlas gráficamente y así en esa intersección de cosas y en ese momento de mi vida decidí dedicarme de lleno al ejercicio artístico.
¿Además de ser artista desarrollas o llevas a cabo otras actividades?
Mi opción laboral después de graduarme en artes, fue la pedagogía, trabajar como profesora fue un ejercicio que encontré apasionante y enriquecedor al que dediqué varios años. He trabajado como docente en colegios y en algún momento de universidad.
También hago otro tipo de proyectos orientados a comunidades, y en algunas ocasiones para instituciones privadas como ongs y entidades que tienen dentro de sus funciones la promoción de la cultura.
Y bueno, como todas las personas aparte de ser artista tengo una familia, tengo un hijo, tengo una madre, tengo unos hermanos y eso también es algo importante en mi vida, la familia.
Dentro de esas otras cosas que hago y me apasionan, está el tema del activismo, entendiéndolo como aquellas acciones a favor de las causas que abrazamos, no sólo entendiéndolas como algo discursivo o teórico sino poder sobre todo accionar con el cuerpo en el espacio público, que es algo que me interesa muchísimo, como las causas feministas, causas ambientales y causas de tipo social y político.
Entiendo ese activismo además como la posibilidad de encontrarnos con otros y con otres, de activar aquellos conocimientos que podemos compartir en esos espacios y hacer ejercicios que son tanto creativos como pedagógicos para la ciudadanía en general, por eso la necesidad de presentar en el espacio público distintas propuestas plásticas, en donde lo verdaderamente importante es el impacto comunicativo que pueda tener la acción más que la acreditación como obra de arte.
¿En qué consiste tu trabajo artístico?
Mi trabajo apela a estrategias y materiales muy distintos en cada momento y existe una constante desde lo personal que es la necesidad de comunicar, la necesidad de contactar con el otro acerca de las cosas que me duelen profundamente de la sociedad y las cosas que podemos llegar a construir juntos; para mí es como una premisa la existencia de ese otro con el que necesito contactar, que son finalmente todas las personas, cualquier persona, el público en general.
Mi trabajo es efímero, aunque en muchos casos quedan registros o algunos objetos como memoria de esos acontecimientos que se realizan generalmente con el otro; me interesa el tema de la creación colectiva, el tema pedagógico y los espacios de diálogo entre las personas que son propiciados por esas prácticas creativas.
También he abordado dichos procesos desde lo gráfico, el dibujo, la fotografía, el grabado, y en otros momentos el énfasis ha estado en el cuerpo y en el trabajo performático.
Quisiera hablar un poco de una obra que se llamó “Hablará la piedra”, esta obra fue un proceso de creación colectiva en el que participaron aproximadamente unas 200 personas y en el que después de dos días de trabajo quedó una placa grabada en mármol que se constituye como una pieza atípica, porque es una especie de “anti-monumento” hecho en colectivo en un momento anterior al plebiscito (plebiscito por la paz en Colombia), en el que las personas redefinieron el concepto de paz a través de una palabra que aportaba cada uno de esos doscientos individuos.
Esa pieza está en el centro de memoria, paz y reconciliación y es una pieza que no ha encontrado un espacio público, pero fue un ejercicio muy interesante dentro de esa línea de trabajo de hacer cosas colectivas relacionadas con nuestra percepción del devenir político como la idea de memoria, una memoria que se hacía viva desde lo presente.
Registros fotográficos “Hablará la piedra”, 2015
¿Cómo son tus dinámicas de trabajo en cuánto al proceso de creación, el lugar, el momento, el cómo y el cuándo?
Mis procesos de creación son lentos, pero también pueden ser intempestivos, hay cosas en las que me tomo el tiempo necesario para entender qué es exactamente lo que me interesa y de acuerdo a eso comienzo a documentarlo y a ver cuáles son los posibles caminos plásticos para llevarlo a cabo. También hay un elemento de azar que me interesa que tiene que ver con lo performático, con lo que va sucediendo sobre la marcha y sobre los encuentros que tengo con las personas.
Mis procesos de creación son itinerantes, un poco nómadas, porque no tengo un taller o espacio permanente, entonces trabajo donde se puede, cuando se puede, como se puede y de esta forma también existe un elemento de precariedad en el que muchos de los procesos están definidos por dichas limitaciones de tiempos, de espacios, de recursos, es así que el ¿cómo? se vuelve también una pregunta práctica desde la producción.
En esto también hay una actitud algo minimalista que no proviene del rechazo a lo ornamental o a lo barroco, sino que proviene de la practicidad y precariedad, algo ligado a las soluciones estéticas del performance en las que se apela justamente a la mínima cantidad de elementos, en donde el cuerpo y encontrar un espacio es lo esencial.
¿Cuál es la obra con la que podrías describir la esencia de tu trabajo artístico o con la que más te identificas?
Cada obra en su momento de creación es eso, algo con lo que me estoy identificando plenamente, un asunto que me resulta vital o urgente de decir. Hay una compenetración o urgencia con ese tema que estoy abordando. Aún así, podría decir, que “Bachué” fue muy importante porque con ella decidí asumir públicamente algunos asuntos personales que para ese entonces estaban relacionados con la crianza y la maternidad.
“Bachué”, surge también como parte de un proceso en el que estoy tratando de hablar desde la consigna de lo personal es político y de entender en qué sentido mi cuerpo es político durante esta experiencia y momento de la vida.
En todo el proceso de la creación de “Bachué” estuvo presente mi hijo Matías, él presenció muchas de las pruebas que hice con los materiales y pruebas de cámara, pero cuando probé la bolsa, lo primero que quise fue saber si realmente podía ésta funcionar como una cápsula, y si podía estar adentro, cuánto tiempo podría respirar. Así entonces inflé la bolsa con una aspiradora para poder estar adentro con suficiente aire y cerrarla. Fue al realizar esta acción que mi hijo quiso entrar también.
Existía una trasparencia ligeramente opaca, el plástico nos generaba una visibilidad algo borrosa, había un ocultamiento muy leve y a la vez una oportunidad de estar visibles y en contacto simultáneo con el público. Empezamos simplemente a jugar con el elemento y descubrimos maneras de interactuar entre los dos que nos resultaban muy significativas; la cápsula tenía dos nudos que se cerraban hacia adentro y cada uno de nosotros sostenía uno de estos, era un poco como estar dentro de una embarcación con la acción de remar, la acción de estar Impulsando con nuestro propio movimiento aquella respiración que tenía la cápsula.
Estos diálogos se referían principalmente a la relación de ver y ser visto, al escuchar y ser escuchado, al tacto y a la aproximación. Tenían también unas canciones que hacíamos Matías y yo, que resultaban siendo arrullos, así como una canción que él había aprendido en el jardín.
Era un momento sumamente íntimo en el que nos permitíamos tener un diálogo entre nosotros mismos y de repente se transformaba en un diálogo con el público.
Bachué es la primera vez en donde trabajo con mi hijo dentro de un performance, él me ha acompañado a un montón de exposiciones y a diferentes momentos en producción, pero nunca había hecho parte de alguna obra.
Para ese momento Matías ya tenía 6 años y a mí me pareció que había llegado a tal punto de uso de la razón en el que él podía decidir sí participar o no y cómo hacerlo; claramente yo vi su interés, pero a la vez vi la distancia entre ese juego privado madre e hijo dentro de la casa experimentando con un objeto y la distancia que había al presentarse en un evento de carácter público.
Registros fotográficos “Bachué” 2013
¿Cuál es la relación o la experiencia entre la obra, la maternidad y el ser mujer?
Indudablemente uno no puede trabajar sino desde lo que uno es en esencia. Yo tuve a mi hijo al año siguiente de recibir mi grado en artes plásticas en la Universidad Nacional, es por eso que toda mi práctica profesional después de la graduación ha sido desarrollada en paralelo al ejercicio de la maternidad y esto significa estar uno muy abierto porque, tanto la gestación como la crianza son procesos que conectan con lo creativo de una manera directa afectiva, lúdica y también con lo pedagógico.
En cuanto a la relación con lo femenino me resulta más complejo, porque yo me sentí toda la vida muy andrógina, para ese entonces no me preocupé por lo femenino o lo feminista, estas son realmente preocupaciones que vengo a asumir y a adquirir siendo ya bastante adulta y que están relacionadas con la estructura familiar, con ser madre soltera y ser cabeza de hogar, en donde de repente todo se asume desde una perspectiva mucho más poderosa y empoderante.
¿Cuál es tu actual o próximo proyecto?
Mi próximo proyecto está enfocado al tema de la memoria histórica, que considero es vastísimo y amerita inicialmente profundizarse y desarrollarse desde la obra “Desarme”, una acción cuya preparación fue de casi un año, en donde desarmé una motosierra. Fue un momento también muy álgido y que representa para mí una osadía, pues me atreví a nombrar al paramilitarismo dentro del campo de las artes.
Esto es algo que está muy latente en Colombia, pues se ha hablado del desarme y se han hecho muchas obras alrededor del destino final de las armas, por eso considero necesario llevar dicha acción al espacio público y por otro lado estoy sumamente interesada en ahondar el tema de la memoria que en este momento está a la deriva con lo que ocurre en el Centro Nacional de Memoria en Colombia.