El latido poético de Soledad Córdoba
CRISTINA GARCÍA CAMINO mirando a SOLEDAD CÓRDOBA
Soledad Córdoba (Avilés, Asturias, 15 de septiembre de 1977)
Doctora en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid en el 2001. Primer premio de Fotografía El Cultural del diario El Mundo y Primer Premio a las Artes Plásticas de la Fundación Universidad Complutense, combina su actividad docente en la Universidad de Zaragoza como profesora de dibujo, con su trabajo de artista. Su andadura comienza dibujando, hasta que descubre el poder de la imagen y continúa su trabajo con la foto performance.
En 2017 recibe una beca Leonardo con estancias en París, Londres, BCNA, y trabaja en el proyecto “Trilogía del alma” (2019), realizado en el oeste americano. En él, se remite al simbolismo del mito griego de Sísifo, trascendiendo el peso de la piedra visible en la imagen en ese desierto infinito, donde la idea de repetición se convertirá en curación. Las piedras, en vez de pesar al transformarse son reveladoras, hablan un lenguaje poético en el que el rito forma parte de un lenguaje de autoconocimiento para llegar a sumergirnos en los estados emocionales del alma desde el silencio.
Su trabajo, entre foto y performance, es un viaje iniciático de 25.000 km de desprenderse de todo para que la acción sea verdad y sacar la fuerza interna que tenemos todas a partir de la representación del cuerpo como elemento protagonista.
Su obra es simbólica del dolor y de la propia existencia, y busca el nexo con la mujer maga, chamánica y universal. Su inspiración es espiritual y experiencial. Trabaja la imagen con una luz natural, sin artificio. En sus acciones busca la conexión con la naturaleza, con una intención sanadora, liberadora.
Su inspiración poética gira hacia una estética de la belleza para que podamos percibirla como una evocación mística y femenina. Sus paisajes del alma son introspecciones que se conciben desde la verdad, con referencias cercanas al trabajo de Helena Almeida, Ana Mendieta y Graciela Itúrbide, entre muchas otras.
En cuanto a la estética formal, su arte es poroso, no posee excesivos elementos, y estos elementos minimalistas, el espacio es una reducción, las señas del desierto, con esa economía, centra la atención en la sensibilidad femenina, creando un manifiesto feminista del eros, del tánatos, en el ser consciente.
En esta imagen la artista tiene una serie de obstáculos para llegar a la meta, este laberinto unicursal plantea la responsabilidad por el propio destino, sin olvidarnos que hace falta una guía: el hilo de Ariadna que metafóricamente teje la paciencia, la resistencia y la perseverancia.
Sus acciones femeninas, en el sentido en que “gesta” estas instalaciones, son un proceso en el que tiene lugar una catarsis que libera esa energía de ritual y convierte a la mujer en diosa sagrada. Su obra trata de hacer pensar y conmover e invitar a una introspección, como un altavoz de resonancia.
La feminidad está inmersa en ella como la idea maternal de protección, con un óvulo de unión con lo amoroso. Pero si queremos que una palabra defina su feminismo es Poder lo que le lleva a transformar y transformarse en esa idea.
Rebate, como Simone de Beauvoir en su libro “Segundo sexo”, la idea de Rousseau de que “la educación de las mujeres debe ser relativa a los hombres”. Por lo tanto, su obra performativa sensibiliza al espectador en un esquema en el que muestra a una mujer atemporal y donde la educación es la base de la igualdad y la protagonista de sus creaciones; por ello Soledad se autorretrata para poner su Yo individual como una proyección de un yo universal, entender la mujer desde su intimidad y sus imágenes, sus ideas las diseña con una concepción universal de la mujer maga, chamánica, renacida, empoderada.
La identidad a través de sus autorretratos aborda una postura de género como un componente de poder estudiar, con una simbología personal que indaga en los estados del alma. Esta inmersión mística es un sello de identidad, a través de la poética del paisaje se funde con él planteando un sentido estético.
Las piezas no se improvisan, hay todo un proyecto detrás, reflejo de una reflexión sobre los libros leídos, como “Agua viva” de Clarice Lispector, que habla de la vida y la muerte como parte de nuestra existencia, profundizando en lo vivido para sanar las heridas del dolor. Con ello Soledad habla del entusiasmo de poder hacer su proyecto con el componente de performance, para llegar a la sanación. En este rito haber sufrido una pérdida o el eclipse es necesaria para entender el concepto del tiempo.
Su trabajo se sumerge en un misterio donde lo oculto, está implícito en el ser, en esa búsqueda íntima y transformadora de lo misterioso donde hay más preguntas que respuestas.
Su estética pone de manifiesto su emoción, lo que quiere contar con ella no es concretarla en el momento actual, sino que el propio proceso busque su ambientación autoconocedora y consciente en un no lugar atemporal con una función reveladora y sanadora.
La postproducción fotográfica (que apenas manipula) es otro paso más, busca una apariencia de una atmósfera intemporal que conecte con un yo interior, una manera de llevarnos hacia los paisajes del alma.
Su obra es atemporal, se inspira en rituales creados por ella con simbología primitiva para trascender a lo espiritual, ajeno a religiones. En sus acciones prima la soledad, que es el lugar desde donde crea, pero necesita compartirlo con la gente para acceder a otras realidades más elevadas, la encarnación del alma, como escribía María Zambrano, ese lugar del “ser en sí y ser para sí” como ritual de conocimiento, ambas artistas pasan su conocimiento desde el corazón, por ello la artista engendra una imagen desde el dolor o la indagación. En las obras hay un elemento sanador que crea desde sí hacia los demás, en conclusión, el yo individual se universaliza.
La simbología de las piedras, de los cristales, engendra muchas imágenes que ella siente que son verdad y desde ese lugar, se desprende el yo consciente, tratando de compilar su imaginario colectivo.
Soledad siente la vida dentro de sí con su experiencia, para sentir lo que nos da el corazón y luego entregarlo al mundo.
El poder de las imágenes metafóricas de Soledad Córdoba evoca en el recuerdo el pensamiento hondo, el sentir y la palabra poética de María Zambrano. Al igual que Ortega y Nietzsche mostraron interés por el pensamiento presocrático, María Zambrano reivindicó el poder de la metáfora, la herramienta con la que se percibe el entramado del sentimiento, la metáfora rica en sentido, lo cual no hace que su pensamiento sea racional, pero lo colma de su simbología del sentir: “Una interpretación es siempre simbólica, sentimental”, “el sentir nos visita desde una manera psíquica, diríase que las demás las tenemos, mientras que el sentir lo somos” (Zambrano, 2012).(Para una historia de la piedad).
En ese sentido, tanto María Zambrano como Soledad Córdoba son racionalistas, pero ello no excluye para que accedan a emociones menos conscientes, más enigmáticas e inexploradas del ser humano, con ellas accedemos a lo supraconsciente, a la relación con lo divino. La mujer ha extraído el elemento de la existencia como lo irracional, en su proyecto creador Soledad confiere de silencio la parte misteriosa de revelación poética.
Nuestra hambre de ser nos llena nuestro espacio metafísico. Estos espacios desérticos son lugares que Soledad no manipula, persigue que esté todo como es, dibuja y boceta el proyecto para después fotografiarlo como la expansión del ser, de ese ser racional que ambiciona el ser en evolución hacia la catarsis. Ese proceso del dolor lleva a Soledad a renacer gracias a la esperanza. En ese viaje a los ínferos Soledad, se busca más allá del ser, el desierto es Caronte, un guía que ayuda a la artista a cruzar las almas por el inframundo. Es como Zambrano: un resultado de un despertar de una conciencia más allá de la razón. Zambrano analizaba su creación a través de la ciencia, pero defendía que hasta esta tenía un elemento poético creador, que es en lo que enlaza con Soledad, todo lo que ocurre tiene una parte vedada que retrata el misterio del ser, hay un ofrecimiento a la verdad y al despojo. Sin la emoción de Soledad, (afecto Pathos) no llega a existir en esa defensa de los sentimientos, en suma, hay que dar un significado a este sentir y ese significado se encuentra en las entrañas de lo poético, que hay que dejar que resuene para que sea.
Las piezas creadas para esta trilogía del alma están arropadas por su línea de trabajo con vocación de continuidad en futuros laboratorio de ideas.
Somos un sueño que al despertar las ideas, se desvanecen en una constelación imaginaria.
Cristina García Camino. Bio MMM. Web.
Soledad Córdoba. Bio MMM. Web.
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