CARLA ESPINOZA TORRICO mirando a SERENA VARGAS
Dar cuenta de una misma permite explorar y problematizar la propia experiencia-existencia. Se trata de leer entre líneas el guión normado que se nos impone a las mujeres.
Entonces, cabe preguntarnos ¿quién es una?, como contrapartida a todas las formas de violencia, que ignora quiénes somos.
No estoy loca soy un cyborg, es la afirmación de un yo en transmutación, desde el espacio y tiempo de la vida doméstica. Desde esa cotidianidad, la artista Serena Vargas nos convoca a hacernos un cuerpo, donde la imaginación y la vulnerabilidad se convierten en un arma de defensa, contra toda imposición.
Invitarles entonces a sumergirse en una suerte de laboratorio casero en el que la artista ensaya entre prueba y error, un cuerpo cyborg.
En ocasiones nuestra casa puede tornarse un espacio temible. Un día te despiertas y te preguntas: ¿qué hago aquí, en el mundo, en mi cuerpo, en mi casa, en este personaje que digo que soy yo? «Mi razón de ser se debatía entre la pulsión de muerte y el instinto de supervivencia. La sensibilidad me abrumaba, necesitaba crear un espacio propio donde pudiera ser como me siento, sin reprimir mis emociones y encontrar paz. Entonces, decidí convertirme en un pájaro», dice Serena.
Pero, ¿cómo lograr semejante osadía? Se trataba de un ejercicio absurdo, inútil, pero urgente, una tecnología de supervivencia. «No soportaba más ser este molde de mujer que se me exige, que se me impone. Fracasé en mi intento de querer partir de este mundo, ahora solo me queda intentar ser otra, así podré expandirme». Y eso significa alterar la realidad.
La artista inaugura su búsqueda con la performance titulada «Ahora soy un pájaro». En esta acción, se dispone a incrustar jeringas quirúrgicas adornadas con plumas de gallinas negras en distintos puntos de su cuerpo. Este ensamblaje de elementos animales y metálicos crea una suerte de prótesis artesanal que cubre gran parte de su desnudez.

Ahora soy un pájaro (2019), plumas de gallina.
La artista revela: «No soportaba más la memoria de todas las violencias que habían pasado por mi cuerpo. Me resultaba doloroso, en tanto precisaba trascender esa memoria corporal». En esa fusión de jeringas y plumas, encuentra una vía y un instrumento para sanar. «No necesitaba más que sentirlas ingresar en mi piel. Cada toque iba trastocando mi memoria, como un acto terapéutico que me permitiría sanar». De esta manera, la artista se transforma en un ser híbrido, entre humano y ave, entre tecnología y naturaleza.
Tras esa experiencia, la artista se embarca en la tarea de registrar su tecnología terapéutica: seis láminas instructivas, cual vademécum médico, con información técnica sobre medicamentos , en las que la artista invita a realizar alrededor de veinte acciones peculiares, como «inserte plumas en el cuello para soltar la dureza de las palabras», un conjuro que buscaba liberar el cuerpo de tensiones emocionales, «inserte plumas en el hueso occipital del cráneo y desista de la necesidad de golpear la cabeza contra la pared» y una receta para calmar la mente y alejarla de pensamientos autodestructivos. Para completar este peculiar vademécum, la artista proponía: «inserte plumas en las palmas de las manos para soltar el peso del tiempo», una invitación a aligerar la carga del pasado y vivir el presente con mayor ligereza. Así la artista cuestiona la medicina occidental tradicional y su intención de hacer desaparecer el síntoma sin comprender el origen psicosomático que a menudo lo desencadena.

Implantaciones III (2021), láminas instructivas intervenidas con agujas de jeringas, plumas de gallina y colibrí.

Implantaciones III (2021), láminas instructivas intervenidas con agujas de jeringas, plumas de gallina y colibrí.
Consiguientemente, tras el encierro pandémico, la necesidad de ese cuerpo cyborg se hizo más apremiante que nunca. La artista y su hijo se sentían amenazados en su propia casa, donde se manifestaban sutiles pero constantes formas de violencia. El interior, que antes era un refugio, se había convertido en un lugar temible. Por eso el deseo de ser otra, de desmontar ese guión normado de lo que debe ser una mujer, una madre. Entre lo que una quiere ser es que nace la pieza “No estoy loca, soy un cyborg”. Entre la negación y la afirmación se materializa el cuerpo cyborg de la artista entre órganos metálicos y plumas animales. Así, “mí cyborg llega a mi casa, a mi cocina, a mí jardín y cambia mi realidad” .

Cuerpo Ciborg (2021), plumas, agujas de jeringas, metal y vendas médicas.
En un espacio entre la realidad y la ficción, el cuerpo se ve compelido a construir su propio territorio, a inventar las herramientas que le permitan habitar el mundo que se le presenta. De esta necesidad surge «Medidas de seguridad», una obra que transforma objetos domésticos cotidianos en armas de protección. Como la artista señala, «elementos con los que me imagino destruir mi cuerpo humano se convierten en elementos para construir mi cyborg». Un sartén con mango de cuchillo afilado, un colador y un cucharón cubierto de clavos son algunos de los objetos que, en la video performance, vemos que ella utiliza para cocinar un día cualquiera en su casa. La obra culmina con «Pájara, tierra y ruda», un objeto fundacional del territorio cyborg: un nido de pájaro rodeado de agujas de jeringa y cubierto de ruda, elementos para «sanar el nido/espacio/cuerpo»

Medidas de seguridad (2021), ensamble de sartén con cuchillo de cocina.

Pájara, tierra y ruda (2023), nido de pájaro encontrado, agujas de jeringa intervenidas con ramas de planta de Ruda.
A través de actos absurdos, la artista nos invita a reflexionar sobre la profunda conexión entre cuerpo y mente. Propone una «curandería personal» para esos malestares íntimos que nos llevan a buscar nuestra propia medicina, a encontrar la autonomía para autosanarnos. Esta búsqueda, impulsada por una imaginación política, es lo que le permite expandirse y transformarse. En sus propias palabras: «Cada performance fue un punto de transición para mí, desde mi cuerpo a mi cyborg, como un fluido vital para mi vida»
loop loop loop
forma indefinida
naturaleza intervenida
la pájara existe
Somos naturaleza en constante transformación. Mutar es nuestro origen, la esencia de nuestra existencia. Se trata de un proceso íntimo y poderoso: un cuerpo nuevo nace, nos sostiene y nos permite re-existir. Y este cuerpo que Serena particularmente nos presenta es un cyborg artesanal. No aspira a ser un cyborg Tesla, autómata perfecto, sino a crear un cuerpo con lo que tiene a mano, uniendo fragmentos de experiencia y deseo. Este ser creado, tangible y presente no es una ficción. Es una realidad. Como menciona la artista: “Siempre estamos mi cyborg, mi hijo y yo. Nos está protegiendo y dibujando nuestro futuro”.

Implantación II (2021), alas de pájaro silvestre cosidas en gasa quirúrgica con hilo de contacto de cobre y agujas de costura.
Es así como Serena Vargas nos invita a hacernos un cuerpo, como un espacio de conflicto y sanación, donde las experiencias pasadas se resignifican en la construcción de nuevas subjetividades. Se trata nada más y nada menos que de una criatura de realidad social y también de ficción que unidas posibilitan reinventar la política de la realidad. Porque estos tiempos nos incitan a reinventar nuestros personajes, a crear otras formas de vivir, distintas de las escenas dominantes, sus personajes y sus valores. Es la meta de la lucha micropolítica.
Es una conversación que explora el proceso de acompañamiento curatorial de Carla, cuyo trabajo culminó en la exposición individual «No estoy loca, soy un Cyborg» de la artista Serena en el Museo Nacional de Arte de La Paz, Bolivia (2021)