Alexandra Rodríguez Rey. Plasmando la memoria
ELENA BANGUESES mirando a ALEXANDRA RODRÍGUEZ REY
La práctica artística de Alexandra Rodríguez Rey fluye, aparentemente sin esfuerzo, entre diferentes medios, a la vez que logra conservar un vocabulario visual y conceptual personal. La actitud de su práctica se acerca más a una invitación a investigar la memoria y la familiaridad, que a dictar conclusiones. Sus obras, que combinan la materialidad concreta con la complejidad, y los detalles delicados con el caos, nos ofrecen la oportunidad de reflexionar, sin centrarnos en las respuestas, sino en las preguntas e incertidumbres que nos hacen ser quienes somos.
Una de las líneas más notables de su trabajo son las serigrafías sobre metal arrugado/plegado. Obras como 71-84 combinan dibujo, serigrafía y escultura. Los números del título pueden parecer crípticos, hasta que uno se da cuenta de que el motivo por el cual Alexandra aplica tinta sobre el metal, difiere muy poco de la razón por la que se inventó la escritura. Es un medio para ampliar nuestra memoria, una manera de mantener un registro en un formato que permanece sin cambios a lo largo del tiempo y al que podemos referirnos en el futuro.
Es entonces cuando te das cuenta de que estos números, con los que la artista titula sus piezas, son fechas que vinculan el registro con un tiempo específico. Estos no pertenecen a un marco de referencia objetivo, sino más bien personal, el tiempo vivido entre la artista y su abuela, cuando esta tenía entre 71 y 84 años y se vio afectada por la inevitable decadencia de la mente y el cuerpo.
Alexandra identifica la superficie de su trabajo con la piel, transfiriendo dibujos de las marcas de la piel al metal. La piel y la superficie impresa se entienden como portadoras de información y como puntos de contacto. Nos presenta la piel, el órgano más grande de nuestro cuerpo y el límite externo del mismo, como el diario de nuestra historia personal. La piel nos protege y a la vez nos proyecta en el mundo.
También, de este modo, lo hace la artista en esta línea de trabajo. Se acerca a su sujeto lo suficiente como para trazar su piel, permitiéndonos fácilmente imaginar el contacto físico en el proceso. La artista nos muestra un momento privado y vulnerable, pero en el que la piel se transfiere al metal, como una armadura. El metal se desmorona para proteger la imagen, el trazado de la piel. Vemos los fragmentos de la imagen impresa al igual que sucede con las imágenes en nuestra memoria, juntándolas a partir de fragmentos incompletos.
En su libro 12-25/ 71-84, nos ofrece más que una instantánea de su relación con su predecesora. El trabajo es una reflexión sobre los recuerdos construidos entre las edades de 12-25 años de la artista y 71-84 de su abuela. Éste es otro ejemplo de la capacidad de la artista para navegar la sensibilidad y traducir las experiencias personales a un lenguaje universal. Las páginas ofrecen una combinación de señales sensoriales visuales y táctiles. Nuevamente se refleja la naturaleza de la memoria.
El libro está lleno de fragmentos, entre los cuales podemos ver la cara de la abuela en un dibujo, partes de su cuerpo en una fotografía desmenuzada o páginas con textos superpuestos que de repente se vuelven ilegibles. Uno no puede esperar reconstruir una imagen completa, y ese tampoco parece ser el objetivo de la artista. La mayoría de sus imágenes flotan en el espacio vacío de la página en blanco, como los recuerdos de una persona que ha perdido la capacidad de vincularlos o conectarlos de alguna manera. La información nos llega en destellos, breves estallidos de claridad. A través de la obra, experimentamos la relación de las dos mujeres al igual que lo haría una mente en decadencia.
Alexandra Rodríguez Rey es una mujer que mira a otra mujer y que nos permite adentrarnos en su mirada. A través de su obra, percibimos la presencia de la artista y su sujeto, en el tacto de la piel, las imágenes íntimas, las superficies arrugadas. Una de las características más atractivas en esta línea de trabajo, es el rechazo a lo absoluto, la apertura a la posibilidad. En lugar de ceder ante la ilusión de la certeza, el trabajo confunde a la naturaleza fluida y casi ficticia de la memoria.
El problema eterno de la relación entre la mente y el cuerpo, es central en la serie Metamorfosis, que forma parte del proyecto 12-25/ 71-84. Nuevamente, la artista no ofrece certezas, sólo la observación de que a medida que las funciones mentales de la mujer a la que observa se deterioran, también lo hace su cuerpo físico. Ya sean o no científicamente correlacionados, los procesos de decadencia se presentan en su obra como una experiencia, en lugar de un análisis, y esto se suma a la autenticidad de las emociones que transmite su trabajo.
© Alexandra Rodríguez Rey. Web
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