Alba Lorente Hernández. Las simples cosas
CARMEN ROTGER ORDÓÑEZ mirando a ALBA LORENTE HERNÁNDEZ
En su estudio, una mujer escucha rock o reguetón. Permanece en silencio, o permanece en silencio mirando a las paredes. Su lugar de trabajo es un hogar a veces, un torreón otras. Imagino que como el de muchas artistas. En el caso de Alba Lorente Hernández (Zaragoza, 1994) su obra se desarrolla dentro de los márgenes del destructivismo.
Sus inicios en el arte tuvieron como resultado una serie de retratos y pinturas figurativas en las que primaban los colores taciturnos. No fue hasta su paso por la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Málaga, durante un máster, cuando se interesó por practicar el arte abstracto.
El planteamiento de su primera obra no figurativa estableció la idea de la presencia a través de la ausencia. Indagando en esta cuestión, dio con la imagen de un cráter que tenía como centro un hueco de profundidad infinita. Sin embargo, el resultado no reflejaba con exactitud la ambición de la autora.
En aquella época hizo sus primeras incursiones en el campo de la xilografía, y encontró un método para reflejar la profundidad de ese hueco en el cráter que era más efectivo que la propia negrura del hueco. Antes de la destrucción, nunca había hecho arte abstracto.
Puso en relación con esto un estudio cuidado de los materiales. No cabía usar telas en el inicio de aquella trayectoria. Prefirió una materia más frágil, que fuese un testimonio más honesto de la narrativa del arte destructivista. El papel y el cartón lo eran por la sensibilidad de la celulosa.
No viví ese proceso personalmente. Sí su proceso con la chapa, y decido creer que fue similar. Cuando yo frecuentaba su estudio, Lorente tenía láminas de chapa apoyadas sobre una pared. Su intención era trabajar con ellas, y yo le preguntaba habitualmente por el tema cuando me tomaba café rodeada de sus obras. “Sí, sí, la chapa”. La que yo le daba. No empezó a usarla hasta que quedaron un par de semanas para dejar aquel estudio y mudarse. En esas últimas semanas me di cuenta de que llevaba trabajando la chapa desde el día que llegó el material a su estudio. Sacarlas del cartón y empezar a moldearlas fue sólo el final de ese inicio con el material.
Es algo similar a su proceso con la obra en papel. Pinta las superficies, las cuelga sobre las paredes haciéndoles un marco con cinta de carrocero, y las contempla durante algunos días. Trabaja con ellas cuando considera que ha prestado la suficiente atención al tamaño, y cuando ha decidido la técnica que usará, el siguiente paso en la forma de la muesca. Cuando tiene el resultado, quita el marco y la obra deja de ser una idea. Pasa a ser un objeto más en el estudio, y puede evaluarse lo estético desde el estado definitivo.
Dos años antes de comenzar a experimentar con la abstracción, Lorente realizó varias performances. En ellas, siempre desde una férrea timidez expositiva, distinguió el efecto que causa en el espectador la sutileza. Ante la representación del desasosiego, donde otros compañeros de su facultad rompían platos o gritaban, Lorente permanecía cinco horas sentada en una escalera, iluminada por un foco y esperando a que anocheciera con un pañuelo tapándole los ojos. Fue en esas exposiciones en las que consiguió transmitir una idea íntima sin necesidad de explicitar el tema concreto, y tomar de forma más decidida el camino hacia el arte abstracto.
Quizá por eso, la exposición que considera más importante para su formación artística es la que realizó en la sala de exposiciones del edificio de Bellas Artes de Teruel, que llevaba por nombre “Los que quieran saber por qué”. Aquella fue la primera vez que abordó una temática brutal. En concreto, la idea del suicidio y su conversión en gesto a través de su propia obra.
En su obra, como resultado, Lorente experimenta con las distintas formas de la muesca sobre la superficie matérica. El resultado es una pieza a leer desde la calma o la angustia, que encuentra lo esencial.
Después de eso, entre otros méritos, ha expuesto su obra en colectivas como la X Biennal d’Art Riudebitlles en 2018, OPEN PORTFOLIO FIG VI en Bilbao en 2019. También en exposiciones individuales en el Espacio ES/UM, Universidad de Bellas Artes Murcia, 2019 y en Torreón Fortea, Zaragoza, 2020. Además ha recibido becas como la de la Fundación Antonio Gala para jóvenes creadores y la Beca Bezart.
Más allá de su trayectoria como artista gráfica, destacan también sus incursiones en el campo de la edición. Ha publicado dos fanzines, y ha cofundado la revista de creación La Novicia. A medio camino entre ambas facetas están las postales y cartelería, creando una estela de diseño cargada de una ironía desvergonzada.
Si una tuviera que buscar en la obra de Alba Lorente Hernández una utilidad encontraría, quizá, una forma gráfica exquisita que cuenta cómo están de ausentes las cosas queridas.
Imagen destacada: Querido Lector. Felices Pascuas
Alba Lorente Hernández. Web. Bio MMM.
Carmen Rotger Ordóñez. Web. Bio MMM.